TYWIN
No
podía quejarse, realmente no podía quejarse. Su vida en Desembarco del Rey no
era realmente lo que había planeado para su futuro, y ahora que residía allí
tampoco era como lo había imaginado. Pero era más de lo que podía pedir, aunque
la capital no fuese precisamente la ciudad más maravillosa del mundo.
Cualquiera podría pensar que allí sólo vivían familias nobles y gente de alta
alcurnia, cuando realmente había tanta pobreza, o incluso más, que en cualquier
villa de Poniente. Por no hablar del olor. Tywin daba por sentado que jamás
podría acostumbrarse a aquel hedor, de hecho sentía una bofetada de aire fétido
cada vez que salía de la Fortaleza Roja.