Fanfic que recrea la juventud y el ascenso de Tywin Lannister al poder. Está basado en la saga de libros "Canción de Hielo y Fuego" de George R.R. Martin, por tanto ni los personajes ni los lugares me pertenecen.

jueves, 20 de agosto de 2015

Capítulo 40

KEVAN

Hacía ya varias horas que la luna le había ganado la partida al sol. Roca Casterly dormía, estaba todo sumergido en penumbras salvo algunas antorchas que iluminaban los puestos de vigía. Y también quedaba una vela en la pajarera. Una vela que ya estaba a punto de consumirse.

«Debo cambiarla antes de que se apague, pensó el joven.

No dejaba de pensar en la carta que Tywin le había escrito, la recordaba palabra por palabra, como si se la hubiera aprendido de memoria cuando sólo la había leído una vez. Iban a partir, hacia Essos, para combatir la nueva rebelión Fuegoscuro que les amenazaba. Si los rumores eran ciertos y Maelys se había unido a la Compañía Dorada, iban a precisar de un gran ejército para plantarles cara. ¿Pero cómo pedir ayuda a las casas vasallas cuando llevaban años sin ofrecerla? ¿Qué palabras debería usar para que ningún señor de las Tierras de Occidente se sintiera ofendido y las usara como excusa para iniciar una rebelión contra los Lannister? Y si se llevara al ejército de la Roca, ¿cuánto tiempo tardarían en asediar la fortificación?

A todas esas preguntas se unía un problema más: ¿quién iba a encargarse de los asuntos de la Roca? Él partiría junto a su padre a la guerra, de eso no le cabía ninguna duda. Genna estaba en Los Gemelos, Gerion era tan solo un niño, y Thyla, la querida de su padre, no era precisamente una persona en la que confiar asuntos de tamaña importancia, a pesar de que Lord Tytos creyera lo contrario. Sólo le quedaba Tygett, pero éste se había empeñado en ir a la guerra con él. Daba igual todas las veces que Kevan se había negado a esa propuesta, Tygett pensaba luchar a toda costa. Incluso le había encargado una nueva espada al herrero. Una espada que se adaptara a su altura y peso; una espada propia.

Su hermano no era un mal espadachín, todo lo contrario, aunque era demasiado joven y no había combatido nunca. «Bueno, tú tampoco», se dijo a sí mismo. También era la primera guerra para Kevan, y también era demasiado joven para batallar, mas Tygett aún no alcanzaba los quince años. «Aún no tiene edad para convertirse en caballero... no debería luchar, es demasiado pronto.»

Ante tal decisión, no le quedaba más remedio que contar de nuevo con su hermana. «Me va a matar... mas, ¿qué otra cosa puedo hacer?» Sólo le quedaba confiar en que no le echara muchos problemas en cara. Después de todo, Genna odiaba las tierras de su esposo, por lo que estaría deseando volver a casa.

– Ésta será la última carta que escriba –dijo en voz alta–. No puedo olvidarme de ninguna casa, por mucha tensión que haya entre nosotros. Dejaré la misiva de Genna para mañana. Debo estar más despierto para elegir las palabras correctas.

Hablaba consigo mismo para mantenerse despierto y concentrarse en su labor actual, pero lo cierto es que las palabras que Tywin le había escrito aún se repetían en su mente.

"No me andaré con rodeos, Kevan: si has escuchado algún rumor sobre el retorno de los Fuegoscuro, ten por seguro que es cierto. No puedo revelar más información, pues bien sabes que esta carta podría ser interceptada por cualquiera. Tú ya conoces el procedimiento que debes seguir. Lo dejo en tus manos, y sé muy cauteloso. 
Te espero en Desembarco."

«Difícil misión me encomiendas, hermano.»

– ¿Kevan? –Escuchó a lo lejos mientras sentía como una mano ajena se posaba en su hombro–. ¿Kevan? ¿Estás dormido?
– Hmm... –consiguió murmurar, haciendo un verdadero esfuerzo por abrir los ojos.
– Pues sí, estabas dormido –confirmó la voz de su hermano menor entre risas.
– ¿Qué...? –En ese momento Kevan se percató de lo que pasaba–. ¡Maldita sea, me quedé dormido! –Exclamó sobresaltado.
– Eso parece –confirmó Gerion–. No sabía que te gustaran tanto los cuervos como para dormir en la pajarera.
– ¡No vine aquí para dormir, vine para escribir cartas a las casas vasallas!
– Pues no era eso lo que estabas haciendo. Pero tranquilo, tu secreto estará a salvo conmigo; no le diré nada a Tywin –dijo con esa sonrisa de medio lado tan característica en él. Kevan en cambio se llevó una mano a la frente y maldijo entre dientes.
– Como quieras –dijo renegado–. ¿Por qué estás aquí, Gerion?
– Padre me mandó llamarte.
– ¿Padre? ¿Qué quiere a estas horas?
– ¿Estas horas? Hermano, ya es de día...
– ¡¿Qué?! –Kevan miró a su alrededor y comprobó, avergonzado, que la luz que iluminaba la estancia era la del exterior y no la de la vela que había encendido la noche anterior, la cual estaba ya más que consumida.
–Dormir te sienta fatal, hermano –dijo Gerion.
– ¡Siete Infiernos! –Maldijo Kevan de nuevo–. ¡Tenía que haber mandado todas esas misivas anoche!
– ¿Tan importantes son?
– ¡MUCHO!

Gerion le miró con los ojos muy abiertos, sorprendido de que su hermano le hubiera gritado así. Kevan suspiró, arrepintiéndose al momento de su comportamiento.

– Perdóname –dijo inmediatamente–. Estoy cabreado conmigo mismo, no contigo. No he sabido controlar mis nervios y...
– ¿Quieres que te ayude? –Le cortó el muchacho, sonriendo de oreja a oreja, como si no hubiese pasado nada.
– ¿Ayudarme? –Repitió Kevan, aturdido.
– ¡Claro! –Exclamó emocionado–. ¿Qué quieres que haga?

Aquel repentino cambio de humor contagió a Kevan, pues olvidó al momento su descuido con las cartas y sonrió sinceramente. Gerion tenía ese poder en él. En él y en la mayoría de las personas que lo conocían.

– Está bien –respondió Kevan finalmente, colocando una mano en el hombro del pequeño–. Te enseñaré cómo se ponen las cartas. Así, entre los dos, terminaremos antes y podré atender a padre.
– Genial –dijo el chico, loco de contento, como si atar un trozo de papel a las patas de un ave fuera lo más divertido del mundo.

Por suerte para Kevan, Gerion resultó ser un buen alumno. Era un chico listo y despierto, muy activo, por lo que todo lo que le enseñaban lo aprendía con rapidez. Antes de que se dieran cuenta, habían enviado todas las cartas que Kevan había escrito esa noche.

– Bueno, sólo me queda una carta por escribir, el resto ya está hecho –comentó el mayor de los hermanos–. Sólo nos queda esperar.
– Si contestan todos, tendremos mucho que leer –dijo Gerion, algo aturdido al imaginar tal situación.
– Esperemos que así sea –contestó Kevan entre risas–, aunque se nieguen a nuestra petición. Mejor la negación que la indiferencia... En fin, veamos que es lo que quiere padre ahora.

Con mucho mejor humor, Kevan dejó a su hermano Gerion atrás y fue al encuentro de su padre, quién, como era habitual, se encontraba en el salón principal de la fortaleza, atendiendo los ruegos de diferentes vasallos. Al cruzar su mirada con la de su progenitor, éste le hizo un gesto con la mano para que le esperara, por lo que Kevan aguardó algo alejado del resto de presentes para no llamar la atención, pero sin perderse detalle de todo lo que allí estaba aconteciendo. Un hombre se encontraba negociando con su padre en aquel momento, y a Kevan no le costó mucho averiguar cuáles eran las peticiones de dicho sujeto. Al parecer era un enviado de la casa Falwell, quien buscaba lo mismo de siempre: dinero. Y, como siempre había hecho, Lord Tytos no se negó a aquella petición. De hecho, la cantidad que le ofreció era mayor que la que le había suplicado, aún sabiendo que, seguramente, esas monedas no volverían a aparecer nunca más.

– En nombre de mi señor, se lo agradezco profundamente –dijo aquel hombre con una ligera inclinación de cabeza.
– No hay nada que agradecer –indicó Tytos a la vez que asentía, indicando que ya podía marchar tranquilo con su préstamo.

Aún quedaban tres personas más a las que atender y Kevan temió que todas fueran en busca de lo mismo. No quería escuchar más falsos lamentos e imploraciones inventadas, por lo que decidió esperar fuera de la sala, pero alguien más entró antes de que él pudiese abandonar el lugar. Y aquella aparición le dejó algo trastocado.

– Kevan... –le saludó la amante de su padre, con un gesto altivo y serio. Más parecía la señora de la Roca que una simple cortesana. Incluso vestía los vestidos de su madre... «Los vestidos y las joyas», pensó al comprobar que el cuello de aquella mujer estaba adornado con el collar del león Lannister que antaño perteneció a Lady Jeyne. Ese detalle le enfureció más que cualquier otra cosa: más que el dinero perdido, más que las mentiras, más que los vestidos y más que el control que padre le estaba cediendo a su nueva amante.

«Ella no debería tener ese collar.»

Por si aquello no fuese suficiente para él, tuvo que contemplar cómo Thyla se acercaba a su señor padre y, después de una breve conversación, éste se levantaba para cederle su lugar a ella.

– Ven –le dijo su padre una vez llegó a su lado–, quiero hablar contigo.
– ¿Harás esperar a estas personas? –Preguntó Kevan, mirando a aquellos que todavía no habían tenido ocasión de hablar con el señor de la Roca.
– No te preocupes por ellos –contestó con tranquilidad–, Thyla se encargará de todo.
– ¿Desde cuándo tiene ella potestad para ello?
– Desde que yo se lo permití –puntualizó Lord Tytos, dejando a Kevan furioso pero sin poder argumentar nada más.

Su padre lo guió fuera del salón principal y salieron al exterior, al patio de armas, donde Tygett se encontraba practicando con su nueva espada.

– Parece decidido a partir a la guerra –indicó Tytos mientras observaba a su hijo.
– Así es –dijo Kevan, aún molesto–. No debería venir, pero como buen Lannister, es tozudo a rabiar. Dudo que pueda hacerle cambiar de parecer.
– Déjalo. Si quiere ir, que vaya. Estoy seguro de que os encargaréis de él y no le pasará nada malo. Yo me quedaré a cargo de la Roca.
– ¿Cómo? –Preguntó el joven, completamente confundido por esas palabras–. Padre, ¿me está diciendo que no va a luchar junto a nosotros? ¿Junto a sus hombres?
– Justamente eso es lo que he dicho.
– ¿Qué clase de ejército es aquel que pelea sin un líder al que seguir, sin un señor por el que luchar y al que defender?
– No precisáis de ningún señor. Tygett, a pesar de su juventud, es experto en el arte de la espada, y Tywin tiene madera de líder. Él será vuestro señor.

«Lleva mucho tiempo actuando como tal», pensó Kevan con rabia.

– Padre, debe reconsiderar lo que me está diciendo. Ya cuenta con pocos aliados, pero si no acude a esta guerra perderá a los pocos que conserva. Cuando sepan que vos no vais a partir, se negarán a participar.
– Mis aliados lo único que quieren es oro, y mientras haya oro no faltarán aliados.
– Vos lo habéis dicho, mientras haya oro. Somos privilegiados por contar con esas minas, mas éstas no producen tanto oro como el que nuestros vasallos nos roban.
– No lo roban, precisan de él. Lo devolverán a su debido tiempo.
– Ni un borracho se creería tal mentira.
– Lo devolverán –insistió Tytos con convicción antes de marcharse de allí para entrar de nuevo en el salón principal.

«Supongo que ya no hace falta que vuelvas a casa, Genna. No querría ni imaginar lo que harías cuando descubrieras a tu amiga con las joyas de madre. Aunque tarde o temprano lo descubrirás. Tú y también nuestro hermano mayor.»

2 comentarios:

  1. Muy bueno como siempre!! Me quedo impaciente por leer mas.... Gracias

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  2. Ayyyyyyyyyyyyyyy que la amante se está quedando con el poder de la casa. Cuando se entere Tywin verás la que se va a liar. Me gusta me gusta me gusta...
    Me encanta, sencillamente, que buena manera de conducir un capítulo en principio de transición a algunas situaciones con una subtrama propia. Es como un libro por fascículos, no es sólo un fan fic.

    Espero el próximo capítulo con muchísimas ganas.

    Cristina.

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