Capítulo 21

KEVAN

Habían regresado a la posada nada más finalizar la boda de los príncipes Targaryen. Todo transcurrió con normalidad y ya cada miembro de la familia Lannister se encontraba en sus respectivas habitaciones. Suponía que sus hermanos menores ya estarían profundamente dormidos, pero él prefería retrasar su descanso para terminar de recoger todo su equipaje. Era algo que Tywin le había inculcado: cuanto terminara sus obligaciones, antes podría descansar. Imaginaba que su hermano mayor estaría ocupado con la misma tarea, por lo que su sorpresa fue obvia cuando escuchó cómo alguien llamaba a su puerta y segundos después era el propio Tywin quien entraba en su habitación.

– ¿Interrumpo? –Preguntó.

– No, para nada –respondió Kevan al instante, algo aturdido al ver a su hermano ahí a esas horas de la noche–. ¿Ocurre algo? –Preguntó directamente. Tywin cerró la puerta con cuidado de no hacer ruido y fijó la vista en Kevan.

– No –contestó, caminando hacia el interior de la habitación–. ¿Ya has terminado con el equipaje?

– Así es –dijo mientras colocaba sus últimas pertenencias–. ¿Y tú?

– No lo he hecho –comentó Tywin con tranquilidad.

Kevan se giró rápidamente y observó a su hermano, quién estaba sentado en la cama con la mirada fija en algún punto indefinido de la blanca pared del cuarto. Era evidente que le ocurría algo, de otro modo no habría acudido a la habitación de su hermano menor en aquel momento. Llevaba las mismas ropas con las que había asistido al enlace entre Aerys y Rhaella, era evidente que no se había aseado desde entonces, y tampoco había empacado sus cosas. Algún tipo de problema le aturdía y por eso fue en busca de su hermano, para contárselo. «Pero no sabe cómo hacerlo», pensó sin dejar de mirarle. Kevan creía conocer a su hermano, sabía cómo pensaba, cómo actuaba y qué le preocupaba. O al menos casi todo, porque ahora, por más que lo intentaba, no lograba adivinar cuál era el tormento de Tywin. Y tampoco sabía cómo ayudarle.

– ¿Empacarás tus cosas mañana? – Preguntó Kevan, arrepintiéndose al momento de haber realizado dicha cuestión. «Estúpido, ¿qué tipo de pregunta es esa? Es evidente que lo hará mañana. Maldita sea, solo sabes quedar en ridículo frente a él», pensaba el joven, atormentándose. El hecho de querer demostrar siempre su valía ante su hermano mayor le hacía quedar muchas veces como un inútil. O al menos eso era lo que él creía.

Tywin en cambio no le reprochó su absurda pregunta. De hecho, se mantuvo pensativo durante unos segundos, como si estuviera valorando las distintas posibilidades que se le presentaban.

– No –respondió finalmente en un murmullo. Kevan quedó tan impresionado al escuchar esa negativa que casi se tropezó con su propio equipaje.

– ¿Cómo? –Preguntó confundido–. ¿No-no vas a…?

– No voy a volver a la Roca –le cortó Tywin de repente, dejando a su hermano aún más aturdido–. Al menos no ahora… regresaré más tarde –especificó el mayor de los Lannister–. Dentro de… unas semanas, sí –decidió finalmente, aunque ni siquiera él parecía muy convencido.

– Pero… ¿por qué? ¿Cuál es el motivo?

Tywin se mordió el labio inferior, pensativo, sin mirar a Kevan.

– ¿No… no me lo quieres decir? –Preguntó de nuevo Kevan al ver la duda en los ojos de su hermano.

– No exactamente… el problema es que no sé cómo explicarlo.

Kevan cerró su baúl y se sentó sobre él para quedar frente a frente con Tywin. –Bueno –dijo con tranquilidad–, tenemos toda la noche para que encuentres la forma adecuada de explicármelo. La perspectiva de regresar a la Roca sin haber dormido nada me resulta apasionante –sonrió.

Aquellas palabras parecieron surtir el efecto deseado ya que las facciones de Tywin se relajaron al momento. El joven cerró los ojos y suspiró antes de hablar.

– Me quedo aquí por Joanna.

– ¿Joanna? –Repitió Kevan sin entender–. ¿Le ocurre algo?

– No, ella está perfectamente –respondió pausadamente, relamiéndose los labios–. Es a mí al que le ocurre algo.

– ¿A ti? –Arqueó las cejas–. Yo te veo muy saludable.

– No me refiero a mi salud –le reprochó Tywin con impaciencia, apretando los puños–, lo que sucede es que deseo que Joanna sea mía.

Aquella revelación dejó a Kevan en tal estado de shock que ya no recordaba que estaba sentado en un baúl en vez de en una silla, por lo que al querer apoyarse en el respaldo acabó cayendo de espaldas contra el suelo, con las piernas sobre el baúl. «Perfecto, ahora sí que has quedado como un auténtico inútil». Quiso incorporarse cuanto antes pero al momento tenía a Tywin a su lado, sosteniendo su mano para ayudarlo a ponerse en pie.

– Eres muy silencioso, Kevan –comentó Tywin con ironía–. Seguro que has despertado a todos los huéspedes –el aludido sólo chasqueó la lengua, avergonzado por aquella caída tan absurda–. ¿Tanto te sorprende?

– ¿Lo de Joanna? Bastante –confesó Kevan, un poco ruborizado por su pequeño percance–. Era evidente que algún día tendrías que elegir a una mujer, pero siempre imaginé que lo harías por deber, no por amor –Tywin se aclaró la garganta al oír aquello, algo incómodo–. Y además con Joanna –añadió Kevan con énfasis, sin percatarse de la irritación de su hermano–. Porque estás enamorado de ella, ¿no?

– Sí, así es –contestó Tywin con cierta fiereza en sus ojos–. Estoy enamorado de ella y voy a cortejarla hasta que acepte desposarse conmigo.

– Bien, bien –comentó Kevan que no sabía qué decir después de ver a su hermano tan convencido–. Me-me parece correcto, sí.

Tywin asintió exasperado y se alejó un poco de su hermano mientras se pasaba los dedos por el pelo, revolviendo aún más sus rizos.

– ¿Qué le dirás a padre mañana? –Preguntó Kevan.

– No lo sé –contestó encogiéndose de hombros–, ya lo pensaré, no me preocupa. Lo que me inquieta ahora es si podré dejarte a cargo de los asuntos de la Roca hasta mi regreso.

– Ah… bueno, he aprendido de ti, así que no creo que sea tan difícil.

– No… espero que no lo sea.