JOANNA
Era
ya la tercera vez que se cruzaba con él en ese día y, como venía siendo
costumbre, le giró la cara y no dijo absolutamente nada. De hecho, ni siquiera
disimulaba: primero la escrutaba con la mirada y después apartaba la vista como
si no la conociera. «Testarudo, no se
puede ser más rencoroso que él.» Joanna suspiró cabreada al ver ese
comportamiento tan infantil por parte de su primo. Por ventura o por desgracia,
los aposentos de Tywin estaban relativamente cerca de los suyos, pues ambos se
encontraban próximos a las cámaras de los príncipes, lo cual propiciaba muchos
encuentros por los pasillos de la Fortaleza Roja. Pero desde su última
discusión, el joven Lannister no le había dirigido la palabra. Joanna pensó que
aquel estúpido enfado se le pasaría en seguida, mas ya iba camino de cumplirse
un mes desde su estancia en Desembarco del Rey y seguía obcecado en ignorarla.
Incluso su relación con Steffon había progresado mucho más que con ella. «Tú mismo», pensó al ver como de nuevo el
joven pasaba de largo, prestando más atención a algo que le comentaba el joven Baratheon.
–
¿Estás bien, Joanna? –Le preguntó Rhaella una vez se encontraron a solas.
–
Sí…
–
Cualquiera lo diría… pareces abstraída, como si estuvieras constantemente en
otro lugar y no aquí –Joanna suspiró pero no dijo nada al respecto–. ¿Ves? Otra
vez estás así.
Finalmente
la joven agachó la cabeza y sonrió levemente: –Solo estaba observando a los
chicos –comentó mientras miraba a través de la ventana–. Parece que se llevan
bien.
–
¿Y por qué habrían de llevarse mal?
–
Se nota que no conocéis a mi primo, Alteza. Era muy reticente a todo esto, pero
parece que se está adaptando bien. Me resulta difícil de creer; los tres son
muy diferentes entre sí.
–
Quizás por eso mismo congenien tanto.
–
Es posible.
–
Bueno, ¿y qué problema hay en ello? Si el bienestar de tu primo era tu
preocupación y él está bien, ¿por qué esa cara?
–
Porque es obstinado. Y estúpido –dijo con rabia, provocando que Rhaella se
sorprendiera.
–
Esto sí que es inaudito, verte enojada con alguien. ¿Ha pasado algo entre
vosotros?
–
Nada, ese es el problema, que no pasa nada porque ha decidido ignorarme –Joanna
alzó ambas manos exasperada–, pero si piensa que voy a ir corriendo a sus
brazos suplicando por su perdón está muy equivocado.
–
Parece casi una declaración de guerra.
–
No os burléis de mí, Alteza. Realmente me molesta su comportamiento, parece un
crío.
–
¿Y tú no estás actuando igual que él ahora?
–
Si actúo igual es porque él lo ha querido así –Rhaella entornó los ojos–. ¡Es
cierto! Yo hablé con él para que recapacitara y se quedara aquí junto a vuestro
esposo. No le gustaba la idea, y ahora miradle: tan feliz con sus nuevos
amiguitos e ignorando a la que lo convenció en lugar de agradecérselo.
–
Está bien, está bien, entiendo tu punto, ¿pero le convenciste de buenas
maneras?
–
Por supuesto que sí –contestó la rubia al instante, mas luego respiró hondo y
se relajó–. Bueno, quizás no. Aunque debo decir en mi favor que con él no se
puede actuar de otra forma –la princesa no pudo evitar la risa en ese momento–.
Alteza…
–
Lo siento, lo siento –se disculpó la Targaryen entre risas–, era inevitable. Si
te vieras a ti misma también te reirías –Joanna volvió a mirarla con reproche,
suspirando–. Está bien, ya paro… oh vamos, reconoce que es gracioso, os
comportáis como si estuvierais casados.
–
Lo que me faltaba por oír –murmuró Joanna con rabia–. Si lo sé no os cuento
nada.
–
Vamos, no te enfades. Esta guerrilla que hay ahora entre vosotros es una
tontería, terminará por solucionarse… aunque si realmente sois los dos tan
tozudos y orgullosos, no sé quién dará el primer paso para arreglar las cosas.
–
Yo no, desde luego.
Rhaella
intentó contenerse, pero de nuevo se echó a reír: –Me muero de curiosidad por
saber cómo acabará todo esto.
–
Muy graciosa, Alteza –replicó Joanna, aunque la fiereza de su mirada
desapareció al volver a observar por la ventana.
–
¿Y ahora qué? –Le preguntó la princesa.
–
¿Qué?
–
Has pasado de la furia a la preocupación. Puede que no lo sepas pero eres
bastante expresiva.
–
Es algo contradictorio –explicó Joanna después de mantenerse unos segundos en
silencio–. Me alegra ver que Tywin y Aerys cada vez simpatizan más entre ellos,
pero también me preocupa.
–
¿Por qué?
–
Vos sabéis lo que Tywin siente por mí –Rhaella asintió–, y también sabéis lo
que siente Aerys… –Rhaella suspiró con desgana pero volvió a asentir–. Lo
siento –se disculpó Joanna–, sé que no debería haberlo mencionado.
–
No, no, fui yo la que preguntó. Además, no es que esté celosa de ti, sólo me
molesta que sea tan poco discreto y tenga que fijarse siempre en mis
doncellas –aclaró molesta–. Tú debes ser la única que no ha caído en sus redes,
lo que quiere decir que estás realmente enamorada de ese chico.
–
¡Alteza! –Exclamó Joanna, sonrojándose levemente.
–
Es cierto que también eres una gran amiga y posiblemente jamás te habrías
rendido a sus encantos, pero el amor ayuda mucho.
–
No sé cómo podéis decir eso ahora que estoy tan cabreada con él…
–
Ese enfado también es motivo de cariño, bien lo sabes. Bueno, ¿qué era lo que
intentabas explicarme? No te dejé terminar.
–
Es solo que si ellos empiezan a confiar más el uno en el otro, posiblemente
Aerys le comente a Tywin sus… deseos hacia mí. O viceversa. Y no creo que eso
favorezca mucho su amistad.
Rhaella
torció el gesto, pensando detenidamente en lo que Joanna le acababa de
comentar.
–
No había pensado en ello… Realmente puede ser un problema, no solo para ellos,
sino también para ti.
–
¿Y qué puedo hacer?
–
En ese aspecto nada, no puedes impedir que algo así suceda. Y conociendo el
carácter de ambos, podrían hasta iniciar una guerra aún más sangrienta que la
de Aegon el Conquistador.
–
Volvéis a bromear a mi costa, Alteza –dijo Joanna, renegada.
–
Lo único que puedes hacer es formalizar la situación.
La
joven Lannister la miró frunciendo el ceño, sin entender: – ¿A qué os referís?
–
Es sencillo: tú quieres a Tywin. Díselo y comprometeros. Así mi esposo no podrá
hacer nada.
–
¡Ni de broma!
–
¿Por qué no? Es absurdo esconder lo evidente.
–
No pienso ceder ante él ahora, jamás –Rhaella entornó los ojos ante aquella
respuesta.
–
Desde luego sois orgullosos vosotros los Lannister.
Joanna
sabía que era cierto, que ella también era una mujer muy testaruda y orgullosa,
sin embargo no existía otra forma de vencer a Tywin. «Si él no quiere hablar conmigo, yo con él tampoco. Tema solucionado.»
Se convencía a sí misma de que esa era la mejor solución, pero lo cierto es que
cada día que pasaba estaba de peor humor. Procuraba aparentar una normalidad
que realmente no existía, pues el enojo que sentía hacia él iba en aumento. No
pensaba volver a dirigirle la palabra, hasta que un día se cruzó de nuevo con
él, solo que esta vez el chico iba sólo. No había nada ni nadie que pudiera
distraerle, y aún así hizo el amago de volver a pasar de largo. Mas en aquella
ocasión, Joanna se lo impidió.
–
Aún espero vuestro agradecimiento –dijo de repente cuando Tywin pasaba por su
lado. El joven paró al momento y la escrutó con la mirada antes de replicar.
–
¿Agradeceros el qué? –Preguntó con furia contenida.
–
Bueno, si no recuerdo mal pensabais marcharos de aquí y rechazar la oferta que
la Mano os ofreció. Y miraros ahora, que casi ni os separáis de vuestras dos
nuevas amistades. Una de dos: o realmente simpatizáis con ellos o sois un
auténtico hipócrita.
Aquello
fue la gota que colmó el vaso para Tywin, quien reaccionó inmediatamente con
rabia, acercándose a ella y tomándola por la cintura para llevarla a un lugar
más alejado.
–
Soltadme –le espetó una irritada Joanna, mas el joven actuó como si no la
hubiera escuchado hasta que la arrinconó
contra la pared de uno de los pasillos menos concurridos de la Fortaleza, sin
soltarla en ningún momento.
–
Creo que aquí podremos hablar más tranquilamente –comentó con ironía.
–
Porque vos lo habéis querido así. Bien podríamos haber tenido esta conversación
mucho antes pero vos decidisteis que era mejor ignorarme.
–
¡Silencio! –Exclamó Tywin, pegándose más a ella y realmente crispado–. No
consiento que me hables así.
–
¿Y cómo pretendéis que os trate después de ver vuestro infantil comportamiento?
–
¿Y tú cómo creías que iba a comportarme contigo después de haberme manejado
como a una simple marioneta? –Le espetó Tywin entre dientes, escrutándola con
aquella amenazadora mirada.
–
Disculpadme, pero no sé a qué os referís con tal acusación –indicó la joven, la
cual no se dejaba amedrentar por él, más bien todo lo contrario.
–
¿Ahora te haces la indiferente? Claro, la joven e inocente Joanna, ¿cómo podría
ella manipular a nadie?
–
¡Basta de juegos, Tywin! ¡Hablad con claridad! –El chico soltó una leve e
sarcástica carcajada antes de contestar.
–
Si no recuerdo mal –comenzó a hablar el muchacho, acercándose al oído de la
joven–, mencionaste algo sobre mis sentimientos por ti –murmuró–, y que, si yo
no permanecía en la capital, ese sentimiento no sería tan sincero como yo te
había hecho creer. Eso se llama manipulación, ¿no crees?
Joanna
le apartó rápidamente, dándole un leve empujón. Continuaba enfadada con él, mucho
más si cabe, aunque era consciente de que Tywin llevaba razón en ese aspecto,
por lo que apretó los labios y se mantuvo callada.
–
¿Ahora no dices nada? –Le preguntó el joven con ira–. ¿No piensas increparme
como hiciste antes?
–
No –respondió escuetamente.
–
Perfecto, entonces debo dar por sentado que llevo razón y no lo quieres
reconocer.
–
Sólo en parte.
–
¿Perdón? –Murmuró Tywin, alzando una ceja.
–
Admito que no fueron las mejores formas… –Joanna hizo una pausa antes de volver
a desafiarlo con la mirada–, ¿pero acaso habría podido convenceros de otra
manera?
–
¿Insinúas que la única forma que conoces para hacerme cambiar de idea es la
manipulación?
–
¡Por supuesto que no!
–
¡Pues lo parece!
–
Era la única salida que vi en ese momento, y lo hice por vuestro bien.
–
Claro, claro –Tywin bufó–, ¡por mi bien! Eso quiere decir que volverás a
sobornarme si alguna vez se repite una situación similar a ésta, ¿no?
La
bofetada que Joanna le propinó fue rápida y certera. Ni siquiera lo pensó, fue
prácticamente como un acto reflejo, y por ello mismo Tywin no lo vio venir. El
chico se mantuvo con la cara girada y apretando la mandíbula, como si estuviera
conteniéndose para no decir nada.
–
¿Así es cómo creéis que soy? –Le cuestionó Joanna.
–
Así es como tú me has hecho creer que eres –la chica siseó entre dientes al
escucharle e hizo el ademán de salir de allí, mas Tywin se lo impidió al
sujetarle de nuevo por la cintura.
–
Soltadme de una vez.
–
Aún no hemos acabado.
–
Para mí está todo más que finalizado. He admitido mi error pero vos no queréis
reconocer el vuestro, ni tampoco admitir que sois feliz aquí. Imagino que lo
haréis para no darme la razón.
–
Joanna…
–
Dejadme, he de regresar con la princesa.
–
¡De nuevo con esas! –Exclamó renegado.
–
Es mi deber, vos tenéis otro para con el príncipe.
–
Mi único deber es para con la casa Lannister.
–
Como queráis, yo debo marchar.
Pese
a su insistencia, Tywin no la dejó marchar. Hubo un leve forcejeo entre ellos,
e incluso Joanna intentó volver a abofetearlo, hasta que finalmente se rindió a
la fuerza del chico. La había vuelto a arrinconar contra la pared, sujetando su
cintura con ambas manos mientras que ella cerraba los puños contra su pecho,
pero ninguno de los dos ejercía presión alguna para separarse del otro. Era
como si ambos continuasen enfadados entre sí y a la vez hubiese algo más que
les impedía separarse o dejar de mirarse a los ojos. Joanna conocía esa
sensación, sabía por qué no podía alejarse de él: por la mera y simple
atracción que él ejercía sobre ella. Solo que esta atracción no era tan
sencilla como cualquier otra. No, ésta era desbordante. Y supuso que a Tywin le
ocurría exactamente lo mismo, pues después de varios segundos luchando en
silencio, decidió inclinarse hacia ella. Y ella no se lo impidió.
Prácticamente
sólo había rozado sus labios cuando escuchó unos pasos que se aproximaban.
Ambos abrieron los ojos con sorpresa, aunque estaban tan cerca el uno del otro
que la visión era borrosa. Joanna aún sentía la nariz de Tywin rozándose contra
la suya propia cuando éste gruñó levemente al comprobar quiénes eran las
personas que les habían interrumpido.
–
Parece que os buscan –le susurró Joanna al reconocer las voces de Aerys y
Steffon.
–
Inoportunos como de costumbre –se quejó el Lannister en voz baja, separándose
finalmente de la chica.
Joanna
suspiró levemente al sentir como el calor que emanaba del cuerpo de Tywin se
separaba de ella. Aquella zona de la Fortaleza era realmente inhóspita y
fresca, y ni siquiera se había percatado de ello por la cercanía del chico.
–
Supongo que debo acudir a su encuentro antes de que nos vean aquí.
La
joven asintió con la cabeza, sintiéndose enfadada consigo misma, pues no había
conseguido mostrarse todo lo regia y estricta que hubiera querido en aquel
momento. «Fue un momento de debilidad, no
volverá a ocurrir. No, nunca más», pensaba para sí misma.
–
No te enfades –murmuró Tywin de repente, provocando que Joanna levantara la
cabeza al momento para mirarle. Éste se mantenía serio, aunque no había ni
rastro de la furia anterior–. Tienes razón, no me he comportado muy bien
contigo. Te pido disculpas –mencionó a la vez que alzaba su mano derecha para
rozar suavemente su mejilla. Solo un par de segundos después separó la mano y
se marchó de allí para ir junto a Steffon y Aerys.
aag!! pero no nos dejes así T.T Buen capitulo, me ha encantado :))
ResponderEliminarJajajaja, muchas gracias, y siento haberte dejado de nuevo así ^^
EliminarAyayayay, esas peleas... Y Taigüin añdlkjfañskjfasd!!!! Nos dejas con la miel en los labios!!!
ResponderEliminarLas peleas los dejan on fire! Jaja, ¡os dejo en tensión!
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