KEVAN
–
¿Crees que nos contestarán? –Kevan se encogió de hombros ante la pregunta de su
hermano.
–
Eso espero –contestó, soltando después un breve suspiro–. Aunque ya empiezo a
perder la esperanza.
–
Puede que Tywin haya conseguido algo –Kevan negó con la cabeza.
–
Por lo que me dice en sus cartas, está exactamente igual que nosotros.
–
Ya demasiado es tener que buscar aliados en secreto, sin que padre se entere,
para que además ninguno de ellos nos dé una mísera respuesta –protestó el chico–.
¿Realmente crees que tendremos alguna oportunidad de vencer si alguna de estas
casas se rebela contra nosotros? Estamos completamente solos.
Kevan
giró la cara para mirar a su hermano menor y una enigmática sonrisa se dibujó
en su rostro.
–
Lo que creo, hermanito, es que nuestra familia nunca se dará por vencida.
Aunque sólo luchemos nosotros tres. Pero de momento quiero confiar en que nadie
nos traicionará.
–
Ja, eso es casi una ilusión, un sueño imposible. ¿Por qué si no estás mandando
todas estas cartas?
–
Porque por muy soñador y pacífico que sea, también soy realista: tengo que ser
muy prudente en todo este asunto. Debemos conocer de qué bando se posicionan el
resto de las casas y a partir de ahí planear una estrategia. Tenemos que estar
preparados para lo que pueda pasar. Sea lo que sea.
–
¿Y realmente crees que servirá de algo? Padre aceptará cualquier estupidez con
tal de no entrar en guerra. Incluso cedería el poder de su casa. ¡De nuestra
casa!
–
Lo haría, sin duda, pero estoy seguro de que tú no te quedarías de brazos
cruzados si pasara algo así.
–
Por supuesto que no.
–
Bien, yo tampoco. Por eso tenemos que prepararnos, y hoy me toca lo más
complicado.
–
¿Qué vas a hacer?
–
Hablar con nuestra hermana –Tygett torció el gesto.
–
¿Se lo vas a decir hoy? –Kevan asintió.
–
Cuanto antes mejor –contestó.
–
Suerte –le deseó Tygett, dándole una palmada en el brazo.
–
Gracias –suspiró renegado. «La voy a
necesitar.»
Después
de varias semanas soportando sus repentinos arrebatos de ira, Kevan pudo al fin
descubrir cuál era el motivo por el que su hermana se comportaba así.
– ¿Lo puedes creer? Yo, embarazada
de ese inútil –protestó la chica.
– Bueno, tampoco es tan raro, ¿no?
Estáis casados al fin y al cabo. Algún día tendría que ocurrir.
– Como se nota que no eres tú el
que se tiene que acostar con él –dijo Genna con rabia–. Deberías probar y así me comprenderías.
– No, gracias –le
interrumpió Kevan, entrecerrando los ojos y procurando dejar la mente en
blanco.
– Imagínatelo, todo flaco y
huesudo, con esa cosa pequeña y blancuzca entre las piernas...
– ¡GENNA, POR FAVOR!
– ¡ES QUE NO ENTIENDO CÓMO HA
PODIDO PREÑARME CON ESO!
Gracias
a los Dioses, la joven no padecía de ningún síntoma que hiciera sospechar a los
demás de su estado, por lo que sólo lo sabían Tygett, Kevan y la propia Genna.
Su único síntoma eran aquellos cambios de humor tan repentinos, pero sólo le
afectaba cuando estaba junto a Kevan, el cuál era siempre el objetivo de sus insultos.
«Qué suerte la mía.» El joven ya
estaba más que acostumbrado al malhumor de la chica, incluso le había servido
como entrenamiento para mejorar sus reflejos, pues Genna aprovechaba cualquier
oportunidad para intentar abofetearle. Pero lo que estaba a punto de pedirle a
su hermana en aquel momento era mucho más peligroso que cualquier revuelta de
las casas vasallas.
Kevan
se detuvo frente a los aposentos de Genna y respiró profundamente antes de
golpear levemente la puerta con los nudillos. «Debería haberme puesto la armadura», pensó antes de entrar en
aquella habitación.
–
¡Kevan! –Exclamó su hermana, mostrándose increíblemente contenta por verle.
–
Ho-hola –titubeó, extrañado por tal muestra de alegría–. ¿Podría hablar un
momento a solas contigo? –Preguntó al comprobar que Emmon también se encontraba
allí.
–
¡Por supuesto que sí! De hecho estaba deseando que lo dijeras –contestó justo
antes de girarse hacia su marido–. Querido, lárgate de aquí. Mi hermano tiene
algo muy importante que decirme.
–
Por supuesto, mi señ…
–
¡He dicho que te largues inmediatamente! –Le gritó Genna a la vez que lo
empujaba y lo sacaba de allí a rastras. Kevan suspiró, llevándose una mano a la
frente al ver semejante escena. «Me
pregunto si no hará lo mismo conmigo cuando se entere de lo que voy a pedirle.»–
Listo –dijo Genna nada más cerrar la puerta–. Por todos los Dioses, no puedo tener
un esposo más soso, aburrido e inútil. ¿Has visto la cara de pánfilo que tiene?
Pues imagina tener que soportarlo todos los días.
–
Genna…
–
¡Y ni te imaginas lo es que tener que verlo desnudo!
–
¡Genna!
–
Ay hermano, qué alegría me ha dado ver tu precioso rostro –exclamó una efusiva
Genna, posando ambas manos en las mejillas de Kevan–. Porque eres el más guapo
de mis hermanos. Lo sabías, ¿no?
–
Si tú lo dices será verdad –comentó, sin querer llevarle la contraria ahora que
parecía tan contenta. «No hay que tentar
a la suerte.»
–
Pues claro que es verdad, todo lo que yo digo es cierto. Eres el hombre más
guapo de Roca Casterly, y también mi salvador. Estaba deseando que viniera
alguien para alejar a ese bicho de mi vista.
–
¿Y ese bicho ya sabe que va a ser padre?
–
No. Total, para lo que ha hecho… –Genna chasqueó la lengua asqueada.
–
Deberías decírselo. Aunque no hiciera mucho, sigue siendo el padre.
–
Bueno, ¿y tú por qué te preocupas tanto por él ahora? –Preguntó la chica,
pasando de un tono de voz dulce a uno irritado en cuestión de segundos. «Ya la he liado.»
–
Simplemente creo que tiene derecho a saberlo. Aparte que puede ayudarte con
cierto asunto.
–
¿De qué demonios estás hablando?
Kevan
suspiró, replanteándose mentalmente sobre cuál sería la mejor forma de darle
aquella noticia. «Realmente no importa
cómo se lo diga, se enfadará igualmente.»
–
Seré directo –dijo segundos después–. Quiero que te vayas de aquí.
Aquella revelación no alteró en exceso el rostro de Genna, aunque se percibía que el ambiente era mucho más tenso que antes; como una leona que espera escondida hasta el momento justo para atacar a su presa. Kevan sabía que su hermana podía estallar de un momento a otro, por lo que solo le tocaba aguantar la tempestad que se le venía encima.
–
¿Me estás echando de aquí? ¿De la Roca? –Le cuestionó finalmente con severidad.
–
Justo eso es lo que he dicho.
–
¿Y por qué debería irme de MI hogar?
–
Porque tu situación es cada vez peor. A Thyla no le agrada tu presencia aquí
cuando ya eres una mujer casada.
–
¡¿Y a mí qué demonios me importa lo que piensa esa bruja?!
–
A ti a lo mejor no, pero a mí sí. Y más ahora que estás embarazada.
–
Ah, ¿que mi embarazo es un problema? Lo que me faltaba por oír. Para esto
prefiero que no vengas nunca más a mis aposentos. Mi esposo será feo e inútil,
pero no dice tantas memeces como tú.
–
Genna, simplemente me preocupo por ti.
–
¿Qué te preocupas por mí? ¡Ja! Bonita forma de preocuparse, echándome de mi
hogar como si fuese un maldito insecto. Por cierto, ¿a dónde pretendes que me
marche?
–
A Los Gemelos, dónde sino…
–
Estás bromeando, ¿verdad?
–
No.
De
nuevo un tenso silencio se apoderó de la sala. La joven echó los hombros hacia
atrás para adoptar una postura más recta y severa, como si quisiera superar a
su hermano en altura.
–
No pienso irme de aquí –murmuró finalmente con rabia–. Y mucho menos irme a ese
lugar de mala muerte.
–
Si no lo haces por las buenas, me encargaré yo mismo de llevarte hasta allí.
Genna
siseó con furia y avanzó rápidamente hacia Kevan para abofetearlo, aunque éste
fue lo suficientemente rápido para evitar sus golpes y sujetar sus muñecas.
–
¡Basta, Genna! Así no solucionas nada.
–
¡¿Y tú qué pretendes solucionar con esto?! –Gritó encolerizada–. Quieres
quitarme del medio, ¿no? ¡Como soy mujer piensas que seré un estorbo para ti y
prefieres mandarme lejos! Así no tendrás que preocuparte de tu hermanita, ¿no?
¡Maldito seas, Kevan! –Le recriminó justo antes de escupirle.
El
joven suspiró mientras se limpiaba la cara con la manga de su camisa. Sabía de
más y de sobra que aquello no le iba a sentar nada bien a su hermana, lo que no
sabía era cómo calmarla y hacerla entrar en razón.
–
Me ofendes si crees que lo hago por eso –dijo el muchacho.
–
¡¿Y entonces por qué?!
–
Porque quiero protegerte.
–
Ja, ¡¿y tienes la cara dura de decirme algo así?! –Le cuestionó mientras
intentaba volver a golpearle.
–
¡Escúchame de una vez! –Le gritó Kevan con severidad, agarrándola por los
brazos–. No me gusta la idea de mandarte a Los Gemelos, pero allí
estarás a salvo. Si hay alguna revuelta no quiero que permanezcas aquí, mucho
menos en tu estado.
–
Estoy embarazada, Kevan. ¡Sólo eso! No significa que sea una inválida que no
puede defenderse.
–
Créeme que lo sé, mejor que nadie. Por eso mismo quiero que te vayas, porque sé
que si algo sucede, no podrás estarte quieta. Y ese niño es mi sobrino, también
me preocupo por él.
–
No pienso irme mientras esa furcia siga aquí apoderándose de todo lo que nos
pertenece.
–
Ella es otra de las razones por las que quiero que te vayas.
–
¡¿Qué?! Eso sí que no te lo consiento, Kevan. Ni hablar.
–
Acabará echándote de aquí, te ve como a una rival. Sabe que no puede contigo y
acabará convenciendo a padre para que dé la orden.
–
Como si eso me preocupara. Padre puede decir lo que quiera, yo no me muevo de
aquí.
–
Mira que eres tozuda.
–
Al igual que toda nuestra familia.
–
Genna… –Kevan respiró profundamente antes de soltar a su hermana–. Será algo
temporal, te lo prometo. No quiero más disputas entre nosotros, y esa mujer lo
está consiguiendo contigo. Sinceramente no me fío de ella ni de lo que pueda
planear en tu contra.
–
¿Y crees que padre accedería a todo lo que ella le pidiese?
–
Precisamente él es quien más miedo me da –Kevan volvió a mirar a Genna a los
ojos–. Te quiero fuera de Roca Casterly, hermana. Por una vez en tu vida usa el
apellido Frey para protegerte y no el Lannister –la joven refunfuñó.
–
Sabes perfectamente que puedo vencer a esa puta siempre que quiera.
–
Sí, pero ella puede echarte de aquí y romper la poca unión familiar que nos
queda. Así que antes de que te eche ella, lo hago yo. No quiero que me quite
ese honor –dijo bromeando, aunque a Genna no le hizo tanta gracia, por lo que
volvió a intentar golpearle–. Qué poco sentido del humor tienes, hermana.
–
Vete a la mierda, Kevan Lannister. Y por si fuera poco pretendes que mi
primogénito nazca en ese adefesio que los Frey tienen por fortaleza. Jamás te
lo perdonaré, tenlo muy presente.
El
joven en cambio sonrió con amabilidad ante tal amenaza. «Voy a echarte de menos, hermana.»
bueno bueno cada vez mas interesante!!!
ResponderEliminarBuena señal, me gusta que estéis en tensión xD
EliminarBuen capitulo, una duda ¿Qué edad tienen los personajes Tywin y Joanna...?
ResponderEliminarPues Tywin tiene 17 años y Joanna 16.
Eliminarya se que es epoca de examenes ...... pero le queda mucho al siguiente capitulo?
ResponderEliminarAy, sé que estoy tardando demasiado, pero he estado bastante estresada con ciertos asuntos (no solo exámenes xD). Aún así estoy retomando ya la escritura, así que espero tener listo el nuevo capítulo cuanto antes ^^
EliminarGraciaaaas. Es que nos tienes en ascuas
EliminarAyyy, siento la tardanza jajaja. A veces tardo demasiado en escribir, lo sé!
EliminarMañana sin falta tenéis nuevo capítulo, prometido ;)