KEVAN
–
No puedes pedirme algo así.
–
Claro que puedo. De hecho, es justo lo que estoy haciendo. Y tú obedecerás.
–
Pero…
–
Tygett, no insistas –intervino Kevan.
–
¡Yo quiero luchar al frente!
–
Te posicionarás donde yo te diga.
–
Tú no eres el líder de este ejército, Tywin. No eres tú quién comanda esta
guerra.
–
Los Dioses me libren de ello.
–
No tienes potestad aquí…
–
Te equivocas, sí que la tengo. Debido a la ausencia de padre, yo soy el líder
de las tropas Lannister, por pocas que éstas sean. Y todos acatarán mis
órdenes, incluido tú.
–
¿Y si no obedezco?
–
No lucharás a mi lado nunca más.
–
Mi señor, el viento nos favorece, no tardaremos mucho en llegar.
–
¿Sabes cuánto tiempo? –Preguntó Tywin.
–
Si continuamos así, en un par de horas a lo mucho, mi señor.
–
Bien, puedes retirarte.
El soldado inclinó la cabeza antes de
alejarse, dejando de nuevo a ambos hermanos a solas. La primera batalla solía
ser siempre la más peligrosa, y más en este caso, donde debían esquivar los
ataques enemigos mientras desembarcaban. Y en tal situación, Tywin no iba a
permitir que su hermano menor entrara en combate, mucho menos contra
mercenarios. Si bien la estrategia que Lord Ormund había planteado era
prácticamente perfecta, el inicio iba a ser sumamente desfavorable para ellos.
Según
la información que Lord Jason Lannister había enviado, Maelys Fuegoscuro y su
recién formada banda habrían tomado los Peldaños de Piedra y, desde ahí, habrían
avanzado hacia la ciudad de Tyrosh. El archipiélago ya había dado más de un
quebradero de cabeza a anteriores reinados, pero Tyrosh era otro cantar. No
podían desembarcar directamente en la ciudad y reconquistarla sin más. Habría
sido un suicidio. Debían empezar por las islas y progresar poco a poco, una a
una, desde occidente hasta oriente.
Dorne
estaba sumamente cerca de aquellas islas, por lo que los rebeldes esperarían un
ataque dorniense en cualquier momento. Sin embargo, Lord Ormund no quería que
Dorne atacara, quería que defendiera, que ni un sólo rebelde pusiera un pie en
Poniente. Por esa misma razón, Ser Lewyn había dejado a la mayor parte de su
ejército en tierra, mientras que él había acudido a la llamada de la Mano del
Rey acompañado de unos pocos hombres. Su presencia no era realmente necesaria,
de hecho habría sido mejor que comandara a sus hombres en la retaguardia, mas
el joven se había obcecado con la idea de luchar, por lo que la defensa de
Poniente recaía por completo sobre los hombros de Loreza, su hermana mayor y
actual princesa de Dorne.
El
factor sorpresa era, sin duda alguna, la flota Greyjoy, pues no harían acto de
presencia hasta pasados unos días, cuando Lord Quellon, que partía desde las
Islas del Hierro, se reuniera con el resto de sus hombres. Para ese entonces,
el enemigo se habría confiado, y entonces ellos atacarían tanto por el norte
como por el sur, anulando así cualquier posible escapatoria. Habían tenido
muchísima suerte, pues parte de la flota Greyjoy se encontraba en el mar
Angosto cuando la carta de Lord Jason llegó a la corte.
–
Recordad, nosotros desembarcaremos en la zona este de la isla –explicó Kevan
una vez estaba reunido con sus hombres, señalando el punto exacto en el mapa
que tenían sobre la mesa–, y tomaremos toda esta zona. Los Baratheon apoyarán
desde el norte y los Tully irán hacia el sur. De esta forma podremos avanzar
hasta conquistar toda la isla.
–
Es un territorio pequeño, no tiene por qué darnos muchas dificultades –añadió
Tywin–. Recordad que el momento más peligroso será precisamente el desembarco.
Esperad siempre a mi señal, ¿entendido?
–
¡Sí, señor! –Respondieron varios soldados al unísono. Tygett, que también se
encontraba allí, sólo resopló mientras amolaba su espada. Tywin esperó a que
todos se hubieran marchado para volver a encarar a su hermano.
–
¿Obedecerás esta vez, Tygett?
–
Pues claro, no te preocupes, hermanito. Me quedaré aquí como si fuese un inútil
–le respondió con sorna–. ¿O acaso tengo otra opción?
–
No, no la tienes –contestó Tywin con sequedad, alejándose al momento.
–
Tsk, ¿se puede saber qué Infiernos le pasa hoy a nuestro queridísimo hermano? –Le preguntó a Kevan.
–
Supongo que es su forma de actuar antes de una batalla.
–
Pues por su bien espero que no luche en muchas guerras. Menuda cara de amargado
lleva últimamente.
–
Tú tampoco te quedas atrás…
–
¡¿Qué?! ¡¿Insinúas que me parezco a él?!
–
Un poco. De hecho creo que tú estás más amargado que él.
Tygett
quiso reprenderle, pero finalmente cerró la boca y negó con la cabeza mientras
resoplaba.
–
¿Qué vas a decir tú? Si eres su ojito derecho …
–
¿Yo? ¡Ja! Ya me gustaría a mí –respondió Kevan entre risas–. ¿Sabes?
Simplemente creo que se preocupa por ti.
–
¿Preocuparse? Empiezas a desvariar, Kevan. ¿Tienes fiebre? –Preguntó posando
una mano en la frente de su hermano.
–
¡Claro que no, imbécil! –Exclamó Kevan, apartando con rapidez la mano de Tygett–.
Lo que te digo es totalmente serio. Yo tampoco quería que vinieras por el mismo
motivo.
–
¡Ya no soy un niño!
–
No, pero sigues siendo demasiado joven… además, creo que Tywin te dejará luchar
después de todo. Puede que no hoy… pero me da la sensación de que tu nombre
aparecerá en los libros que relaten esta guerra. Sólo tendrás que esperar el
momento adecuado, ya lo verás –comentó a la vez que llevaba una mano al hombro
de su hermano y lo apretaba con cariño–. Nunca tengas prisa por entrar en
combate.
Tygett
respiró profundamente y asintió con la cabeza, provocando que Kevan sonriera.
Ver a su hermano menor así de sumiso le tranquilizaba enormemente, pues sabía
con total certeza que ya no cometería ninguna locura y obedecería las órdenes
de Tywin sin rechistar. «En el fondo
sigue siendo un crío, sólo que en un cuerpo demasiado grande.»
–
Kevan… –volvió a llamarle Tygett antes de que saliera de aquel camarote.
–
Dime.
–
Prométeme que cuando vuelvas me contarás todo lo que ha pasado. Absolutamente
todo –Kevan no pudo evitar una leve carcajada ante aquella petición.
–
Eso será sólo si vuelvo.
–
Tienes que volver –dijo el joven con convicción, casi como si se lo ordenara–.
Ni se te ocurra quedarte en el camino.
«Ojalá fuera tan fácil», pensó Kevan
mientras caminaba por la cubierta, ya equipado con la mayor parte de su
armadura. «Creo que todos cumpliríamos
gustosamente con esa orden… mas no siempre es así.»
–
¿Tienes miedo? –Preguntó una voz a sus espaldas.
–
No realmente –contestó sin voltearse, pues sabía perfectamente de quién se
trataba.
–
¿Entonces? No paras de caminar de un lado para otro.
–
Quizás sean nervios… ¿es normal estar nervioso cuando estás a punto de comenzar
una guerra?
–
Mucha sangre fría deberías tener para no estarlo.
–
Entonces tú eres de hielo.
–
Tsk –chasqueó la lengua el mayor de los Lannister–. Simples apariencias… es
imposible que la adrenalina no te afecte, ya sea de una forma o de otra.
–
¿Te refieres a los que disfrutan de la guerra y a los que la temen?
–
Así es.
–
Yo a ti te pondría en el bando de los que la disfrutan –dijo Kevan con sorna,
provocando que Tywin le mirara de reojo con sarcasmo.
–
No es precisamente mi pasatiempo favorito, créeme. Pero tampoco me aterra.
Supongo que es más una cuestión de respeto y de tener la absoluta certeza de
que luchas siempre por algo que merezca la pena. Estar seguro de que te
encuentras en el bando correcto. El que tenga dudas sobre ello o no sepa las
razones por las que está luchando, ya está más que muerto.
–
¿Y nosotros luchamos por los Targaryen?
–
Estamos en el bando Targaryen porque son nuestros aliados, porque con ellos
aseguramos la paz en los Siete Reinos, y eso nos engloba a nosotros, a los
Lannister, a Roca Casterly… Yo siempre lucho por el bien de nuestra familia,
Kevan, por nuestro nombre. Y eso me da seguridad.
–
A veces ese pensamiento no es suficiente para vencer –comentó Kevan–. No temo
tanto por este día, sino por los venideros. Nuestra estrategia es muy buenas y
no deberíamos tener muchos problemas… pero, ¿y si los Greyjoy no llegan a tiempo?
Las primeras islas son pequeñas, pero según
avancemos hacia Tyrosh, el ejército de Maelys será más grande. ¿Por qué
no se unieron a nosotros desde el primer día? ¿Por qué no esperamos la llegada
de más barcos antes de partir?
–
Dices eso porque no has visto la auténtica Flota de Hierro. Ni todos los reinos
unidos podrían juntar tantas naves como Lord Quellon, y él se avergonzaría de
sí mismo si sólo contribuyera en esta guerra con la veintena de barcos que
llegaron a la capital. Necesitan más días para reunir a toda la flota, en cambio
nosotros no podíamos perder más tiempo ante tal amenaza… No, nosotros
resistiremos sus ataques mientras el resto de las naves Greyjoy llegan desde
las Islas del Hierro y otras tantas desde el mar del Verano. Tengo entendido
que pasa mucho tiempo por esa zona.
–
¿Por qué?
–
No lo sé con seguridad, tendrás que preguntárselo tú mismo cuando llegue.
–Si
es que llega a tiempo.
–
Llegará, no te preocupes. Y cuando llegue, verás que tenía razón. Ahora mismo
sólo contamos con una pequeña parte de su ejército, pero el día que Lord
Quellon se una a nosotros, será el día que comience la auténtica guerra.
«Entonces, ¿qué es lo que se supone que va a
comenzar hoy?» Se preguntó el muchacho cuando ya estaba en el bote y veía la
isla a tan solo unos metros de distancia. Una isla que, supuestamente, era
pequeña. «Que los Dioses me iluminen ahora
mismo si eso es pequeño… Maldita sea, Tywin», pensó antes de agarrar su
escudo con fuerza, más por precaución que por miedo, pues pudo comprobar que, a
pesar de todo, aquella isla no contaba con muchas defensas. Y aún así, nada más
bajar del bote, tuvo que parar una flecha con ese mismo escudo. «Estupendo, parece que empezamos con buen pie.»
Kevan
nunca imaginó que su mente se llenara de tantos pensamientos irónicos mientras
combatía. Bien era cierto que la primera sensación que experimentaba al ver que
alguien se dirigía hacia él, espada en mano y con furia en la mirada, era de
auténtico pavor. Pero inmediatamente algo cambiaba en su mente y reaccionaba
con sarcasmo. No es que no sintiera respeto por su rival, todo lo contrario.
Simplemente, su instinto reaccionaba así. Había pasado prácticamente toda su
vida entrenando junto a Tywin, el cual siempre había sido enormemente superior
a él, y rememoraba todas esas peleas con gran precisión: siempre recordando el
movimiento que debía realizar, siempre recordando el baile de pies, siempre
recordando que tenía que ir constantemente un paso por delante de su rival… y
ni por ésas había conseguido vencer a su hermano. Ni una sola vez.
Mas
la situación actual era bien diferente para él. Su enemigo no era Tywin, y,
como en casi todas las cosas, la práctica difería mucho de la realidad. No
tenía por qué acordarse a cada momento del movimiento que tenía que hacer con
los pies o cuál era el quiebro más efectivo. Su mente y su cuerpo actuaban por
puro instinto, casi sin temor. Se dio cuenta entonces que sentía exactamente lo
mismo que su hermano mayor: no temía a la muerte, pero la respetaba más que a
cualquier otra cosa.
–
¿Todo bien por aquí? –Le preguntó Tywin nada más encontrarse con él, cubriendo
sus espaldas.
–
Sí –respondió con sequedad antes de batir a un nuevo enemigo–. Lo cierto es que
está todo… demasiado tranquilo para ser una batalla.
–
Lo mismo pensaba yo –confesó el mayor de los hermanos–. Demasiado fácil, ¿verdad?
Kevan
finalmente se posicionó a su lado y asintió. El mayor peligro había sido
desembarcar y esquivar las flechas. Muchos caen en la playa por ese mismo
motivo. Pero una vez había pisado tierra firme, todo había transcurrido con
suma facilidad. Aunque cuando Kevan miró a su alrededor y vio a tantos hombres
caídos en el suelo, pensó que quizás no había sido tan fácil como creía.
–
No os confiéis –dijo Steffon, el cual se acercaba hacia ellos, lleno de sangre
y suciedad. «Por todos los Dioses, visto
así parece un monstruo.» – Esta isla es la más pequeña y la más cercana a
Dorne. Apuesto que Maelys dejó aquí a la carnada… –comentó mientras le daba la
vuelta a un cadáver con el pie para verle el rostro–. Dudo que alguno de estos
fuera un mercenario.
–
¿Entonces simplemente ha dejado aquí a unos pocos hombres para que nosotros nos
encargásemos de eliminarlos y así quitárselos a él de encima? –Preguntó Kevan.
–
Es muy probable.
–
Nos deja asentarnos aquí… para luego atacarnos con todo su ejército –añadió Tywin–.
Tienen más probabilidades de vencernos aquí, es un territorio que conocen y que
nosotros acabamos de pisar por primera vez.
–
Por no mencionar el hecho de que estamos en un archipiélago, querido amigo. No
es tan fácil escapar de una isla.
–
Lo sé perfectamente, inútil –le recriminó el Lannister, a lo que Steffon se
echó a reír.
–
Parece que ya se te ha quitado un poco esa cara de amargado que tenías. ¿Has
liberado suficiente adrenalina con esta batalla? –Preguntó a la vez que le daba
un puñetazo en el hombro, provocando que Tywin perdiera el equilibrio y diera
varios traspiés sin llegar a caerse.
–
¡Siete Infiernos! ¡Mide tu fuerza, insensato! Demonios… –se quejó el Lannister
mientras recuperaba la compostura.
–
Definitivamente, has recuperado tu buen humor, lord Perfecto –dijo el Baratheon
con una enorme sonrisa.
–
¿Por qué no vuelves con tu padre y dejas de molestarme?
–
¡Ja! ¡Eso no se lo cree nadie! Molestarte yo… –comentó Steffon a la vez que
pasaba un brazo por detrás de Tywin y le rodeaba por los hombros–. Todos saben
que estás deseando que venga contigo para que no te hundas en tu propia y
personal amargura.
–
¿En serio lo piensas? –Le preguntó Tywin con desgano y haciendo una mueca de
asco.
Kevan
observaba a ambos amigos con asombro, en especial a su hermano. Si cualquier
otra persona se hubiera comportado como estaba haciendo Steffon en ese
instante, Tywin lo habría increpado al primer momento. En cambio, al Baratheon le
permitía esa actitud y, aunque lo insultase y pareciese enfadado con él, Kevan
notaba que su hermano mayor se sentía a gusto junto a aquel muchacho.
–
¿Ya estáis discutiendo? –Preguntó una voz a sus espaldas. Al girarse, Kevan dio
un leve respingo al encontrarse cara a cara con Aerys.
No era la primera vez
que lo veía, pero no esperaba tenerlo tan cerca de repente. El joven Targaryen
pareció no percatarse de ese ligero sobresalto y le sonrió levemente: – Has
luchado bien hoy, Kevan.
–
¡Gracias, Alteza! –Exclamó Kevan inclinando la cabeza al momento.
–
¡Aerys! –Gritó Steffon, que aún tenía a Tywin rodeado con su brazo.
–
Aerys, deberías controlar más a tu primo, cada día tiene peor la cabeza.
–
¡Eh…!
–
¿Por qué no me sorprende? –Le cortó Aerys.
–
EH, BASTA YA –Gritó de nuevo el moreno antes de que los tres se echaran a reír.
«Si no lo veo, no lo creo.»
–
Maldito seas, lord Perfecto –maldijo Steffon en broma, dándole una palmada a
Tywin en la espalda que lo empujó hacia delante, aunque esta vez el rubio no se
quejó de ello, sino que se sirvió de aquel impulso para acercarse a Kevan y
agarrarlo por el brazo.
–
Vámonos Kevan. No quiero que te juntes mucho con este par, podrían llenarte la cabeza de tonterías.
–
Habló el sensato –murmuró Aerys.
–
Tu hermano estaría mucho mejor con nosotros –añadió Steffon–. Tú seguro que lo
deprimes con tu amargura habitual.
–
En verdad ya estoy acostumbrado –intervino Kevan.
–
¿Pero qué…?
Tywin
se quedó mudo tras oír aquello, sin llegar a terminar la pregunta que iba a
hacer. Sin embargo, tanto Aerys como Steffon estallaron en carcajadas, en
especial el moreno, al que ya se le escapaban algunas lágrimas de la risa.
–
Tienes un gran hermano, Tywin –dijo aún riendo.
–
¡Cállate, estúpido! –Exclamó antes de volver a dirigirle la mirada a Kevan. Cualquiera
habría dicho que el mayor de los Lannister estaba sumamente irritado por
aquella frase, mas Kevan lo conocía perfectamente y sabía que no era así. «Él… parece contento.» –Anda, vamos a por
Tygett –dijo sin más.
–
Eso, ¡huye! ¡Huye de nosotros!
Tywin
le hizo un gesto con la mano a modo de despedida mientras se alejaba de ellos
junto a su hermano, quien no pudo evitar sonreír.
–
¿Y a ti qué te pasa ahora? –Le preguntó al verle así de “contento”.
–
No, nada, nada importante.
«Sólo me alegro de que seas feliz.»
Ah, me encanto. El apodo de guerra de Tygett sera Tygett el Rebelde NoEscuchaHermanos xD
ResponderEliminarJajaja, ya se encargará Steffon de ponerle un apodo, seguro ;)
Eliminarbueno por fin se esta relajando un poco Tywin, aunque supongo que le durara poco....Steffon cada vez me gusta mas es el contrapunto perfecto.Como siempre me quedo con ganas de mas....
ResponderEliminarTywin ya sabemos cómo es, pero ahí tiene a sus amigos del alma para relajarlo jajaja
EliminarHe tenido el corazón en la garganta todo el capítulo, y después de tanta tensión y de la primera "batalla" sé que esto va a ir a más y yo ya ahí me muerdo las uñas, los dedos y los puños!!!
ResponderEliminarMe ENCANTA, y sobre todo, y cada día más, la relación de Tywin y steffon, y me surgen mil preguntas, ¿qué sintió Tywin cuando uno de sus pocos amigos verdaderos murió? ¿Qué sintió después por Robert Baratheon? ¿Creyó que había alguna oportunidad con él para Cersei?
Yo no te quiero presionar igual que no presiono a Martin, lo que pasa es que leerte es casi casi una necesidad.
Qué maravilla de historia, qué bonito lo cuentas todo. Ay.
Cristina. :D
Jajajaja, tranquila que no me presionas. Últimamente estoy algo más comprometida con la historia y escribo más a menudo, ¡espero seguir así!
EliminarEn cuanto a tus preguntas con respecto a la amistad de Steffon y Tywin pues me encantaría poder responderte ahora, pero creo que si lo hiciera sería un poco spoiler de lo que va a pasar en este fic, así que te dejaré con esas dudas en la cabeza jajaja. De todas formas, lo que yo pienso seguramente no sea igual que lo que piensa Martin. A lo mejor él ni siquiera imaginó una amistad así entre ambos, pero yo quise darle ese toque personal.
Si algún día termino el fic (que espero que así sea jajaja), te responderé a estas preguntas. Mi versión, claro está ;)
Un besazo, cachorra.