Fanfic que recrea la juventud y el ascenso de Tywin Lannister al poder. Está basado en la saga de libros "Canción de Hielo y Fuego" de George R.R. Martin, por tanto ni los personajes ni los lugares me pertenecen.

jueves, 8 de octubre de 2015

Capítulo 42

KEVAN

– No puedes pedirme algo así.
– Claro que puedo. De hecho, es justo lo que estoy haciendo. Y tú obedecerás.
– Pero…
– Tygett, no insistas –intervino Kevan.
– ¡Yo quiero luchar al frente!
– Te posicionarás donde yo te diga.
– Tú no eres el líder de este ejército, Tywin. No eres tú quién comanda esta guerra.
– Los Dioses me libren de ello.
– No tienes potestad aquí…
– Te equivocas, sí que la tengo. Debido a la ausencia de padre, yo soy el líder de las tropas Lannister, por pocas que éstas sean. Y todos acatarán mis órdenes, incluido tú.
– ¿Y si no obedezco?
– No lucharás a mi lado nunca más.

Tygett bufó y maldijo entre dientes antes de marcharse, dejando a Tywin y Kevan solos en la proa. Desde allí contaban con una vista privilegiada, pues todo eran barcos a su alrededor, cada uno con banderas y velas de distintos colores. «¿Pensaste alguna vez ver a tantas casas unidas por una misma causa?»

– Mi señor, el viento nos favorece, no tardaremos mucho en llegar.
– ¿Sabes cuánto tiempo? –Preguntó Tywin.
– Si continuamos así, en un par de horas a lo mucho, mi señor.
– Bien, puedes retirarte.

El soldado inclinó la cabeza antes de alejarse, dejando de nuevo a ambos hermanos a solas. La primera batalla solía ser siempre la más peligrosa, y más en este caso, donde debían esquivar los ataques enemigos mientras desembarcaban. Y en tal situación, Tywin no iba a permitir que su hermano menor entrara en combate, mucho menos contra mercenarios. Si bien la estrategia que Lord Ormund había planteado era prácticamente perfecta, el inicio iba a ser sumamente desfavorable para ellos.

Según la información que Lord Jason Lannister había enviado, Maelys Fuegoscuro y su recién formada banda habrían tomado los Peldaños de Piedra y, desde ahí, habrían avanzado hacia la ciudad de Tyrosh. El archipiélago ya había dado más de un quebradero de cabeza a anteriores reinados, pero Tyrosh era otro cantar. No podían desembarcar directamente en la ciudad y reconquistarla sin más. Habría sido un suicidio. Debían empezar por las islas y progresar poco a poco, una a una, desde occidente hasta oriente.


Dorne estaba sumamente cerca de aquellas islas, por lo que los rebeldes esperarían un ataque dorniense en cualquier momento. Sin embargo, Lord Ormund no quería que Dorne atacara, quería que defendiera, que ni un sólo rebelde pusiera un pie en Poniente. Por esa misma razón, Ser Lewyn había dejado a la mayor parte de su ejército en tierra, mientras que él había acudido a la llamada de la Mano del Rey acompañado de unos pocos hombres. Su presencia no era realmente necesaria, de hecho habría sido mejor que comandara a sus hombres en la retaguardia, mas el joven se había obcecado con la idea de luchar, por lo que la defensa de Poniente recaía por completo sobre los hombros de Loreza, su hermana mayor y actual princesa de Dorne.

El factor sorpresa era, sin duda alguna, la flota Greyjoy, pues no harían acto de presencia hasta pasados unos días, cuando Lord Quellon, que partía desde las Islas del Hierro, se reuniera con el resto de sus hombres. Para ese entonces, el enemigo se habría confiado, y entonces ellos atacarían tanto por el norte como por el sur, anulando así cualquier posible escapatoria. Habían tenido muchísima suerte, pues parte de la flota Greyjoy se encontraba en el mar Angosto cuando la carta de Lord Jason llegó a la corte.

– Recordad, nosotros desembarcaremos en la zona este de la isla –explicó Kevan una vez estaba reunido con sus hombres, señalando el punto exacto en el mapa que tenían sobre la mesa–, y tomaremos toda esta zona. Los Baratheon apoyarán desde el norte y los Tully irán hacia el sur. De esta forma podremos avanzar hasta conquistar toda la isla.
– Es un territorio pequeño, no tiene por qué darnos muchas dificultades –añadió Tywin–. Recordad que el momento más peligroso será precisamente el desembarco. Esperad siempre a mi señal, ¿entendido?
– ¡Sí, señor! –Respondieron varios soldados al unísono. Tygett, que también se encontraba allí, sólo resopló mientras amolaba su espada. Tywin esperó a que todos se hubieran marchado para volver a encarar a su hermano.
– ¿Obedecerás esta vez, Tygett?
– Pues claro, no te preocupes, hermanito. Me quedaré aquí como si fuese un inútil –le respondió con sorna–. ¿O acaso tengo otra opción?
– No, no la tienes –contestó Tywin con sequedad, alejándose al momento.
– Tsk, ¿se puede saber qué Infiernos le pasa hoy a nuestro queridísimo hermano? –Le preguntó a Kevan.
– Supongo que es su forma de actuar antes de una batalla.
– Pues por su bien espero que no luche en muchas guerras. Menuda cara de amargado lleva últimamente.
– Tú tampoco te quedas atrás…
– ¡¿Qué?! ¡¿Insinúas que me parezco a él?!
– Un poco. De hecho creo que tú estás más amargado que él.

Tygett quiso reprenderle, pero finalmente cerró la boca y negó con la cabeza mientras resoplaba.

– ¿Qué vas a decir tú? Si eres su ojito derecho
– ¿Yo? ¡Ja! Ya me gustaría a mí –respondió Kevan entre risas–. ¿Sabes? Simplemente creo que se preocupa por ti.
– ¿Preocuparse? Empiezas a desvariar, Kevan. ¿Tienes fiebre? –Preguntó posando una mano en la frente de su hermano.
– ¡Claro que no, imbécil! –Exclamó Kevan, apartando con rapidez la mano de Tygett–. Lo que te digo es totalmente serio. Yo tampoco quería que vinieras por el mismo motivo.
– ¡Ya no soy un niño!
– No, pero sigues siendo demasiado joven… además, creo que Tywin te dejará luchar después de todo. Puede que no hoy… pero me da la sensación de que tu nombre aparecerá en los libros que relaten esta guerra. Sólo tendrás que esperar el momento adecuado, ya lo verás –comentó a la vez que llevaba una mano al hombro de su hermano y lo apretaba con cariño–. Nunca tengas prisa por entrar en combate.

Tygett respiró profundamente y asintió con la cabeza, provocando que Kevan sonriera. Ver a su hermano menor así de sumiso le tranquilizaba enormemente, pues sabía con total certeza que ya no cometería ninguna locura y obedecería las órdenes de Tywin sin rechistar. «En el fondo sigue siendo un crío, sólo que en un cuerpo demasiado grande.»

– Kevan… –volvió a llamarle Tygett antes de que saliera de aquel camarote.
– Dime.
– Prométeme que cuando vuelvas me contarás todo lo que ha pasado. Absolutamente todo –Kevan no pudo evitar una leve carcajada ante aquella petición.
– Eso será sólo si vuelvo.
– Tienes que volver –dijo el joven con convicción, casi como si se lo ordenara–. Ni se te ocurra quedarte en el camino.

«Ojalá fuera tan fácil», pensó Kevan mientras caminaba por la cubierta, ya equipado con la mayor parte de su armadura. «Creo que todos cumpliríamos gustosamente con esa orden… mas no siempre es así.»

– ¿Tienes miedo? –Preguntó una voz a sus espaldas.
– No realmente –contestó sin voltearse, pues sabía perfectamente de quién se trataba.
– ¿Entonces? No paras de caminar de un lado para otro.
– Quizás sean nervios… ¿es normal estar nervioso cuando estás a punto de comenzar una guerra?
– Mucha sangre fría deberías tener para no estarlo.
– Entonces tú eres de hielo.
– Tsk –chasqueó la lengua el mayor de los Lannister–. Simples apariencias… es imposible que la adrenalina no te afecte, ya sea de una forma o de otra.
– ¿Te refieres a los que disfrutan de la guerra y a los que la temen?
– Así es.
– Yo a ti te pondría en el bando de los que la disfrutan –dijo Kevan con sorna, provocando que Tywin le mirara de reojo con sarcasmo.
– No es precisamente mi pasatiempo favorito, créeme. Pero tampoco me aterra. Supongo que es más una cuestión de respeto y de tener la absoluta certeza de que luchas siempre por algo que merezca la pena. Estar seguro de que te encuentras en el bando correcto. El que tenga dudas sobre ello o no sepa las razones por las que está luchando, ya está más que muerto.
– ¿Y nosotros luchamos por los Targaryen?
– Estamos en el bando Targaryen porque son nuestros aliados, porque con ellos aseguramos la paz en los Siete Reinos, y eso nos engloba a nosotros, a los Lannister, a Roca Casterly… Yo siempre lucho por el bien de nuestra familia, Kevan, por nuestro nombre. Y eso me da seguridad.
– A veces ese pensamiento no es suficiente para vencer –comentó Kevan–. No temo tanto por este día, sino por los venideros. Nuestra estrategia es muy buenas y no deberíamos tener muchos problemas pero, ¿y si los Greyjoy no llegan a tiempo? Las primeras islas son pequeñas, pero según  avancemos hacia Tyrosh, el ejército de Maelys será más grande. ¿Por qué no se unieron a nosotros desde el primer día? ¿Por qué no esperamos la llegada de más barcos antes de partir?
– Dices eso porque no has visto la auténtica Flota de Hierro. Ni todos los reinos unidos podrían juntar tantas naves como Lord Quellon, y él se avergonzaría de sí mismo si sólo contribuyera en esta guerra con la veintena de barcos que llegaron a la capital. Necesitan más días para reunir a toda la flota, en cambio nosotros no podíamos perder más tiempo ante tal amenaza… No, nosotros resistiremos sus ataques mientras el resto de las naves Greyjoy llegan desde las Islas del Hierro y otras tantas desde el mar del Verano. Tengo entendido que pasa mucho tiempo por esa zona.
– ¿Por qué?
– No lo sé con seguridad, tendrás que preguntárselo tú mismo cuando llegue.
–Si es que llega a tiempo.
– Llegará, no te preocupes. Y cuando llegue, verás que tenía razón. Ahora mismo sólo contamos con una pequeña parte de su ejército, pero el día que Lord Quellon se una a nosotros, será el día que comience la auténtica guerra.

«Entonces, ¿qué es lo que se supone que va a comenzar hoy?» Se preguntó el muchacho cuando ya estaba en el bote y veía la isla a tan solo unos metros de distancia. Una isla que, supuestamente, era pequeña. «Que los Dioses me iluminen ahora mismo si eso es pequeño… Maldita sea, Tywin», pensó antes de agarrar su escudo con fuerza, más por precaución que por miedo, pues pudo comprobar que, a pesar de todo, aquella isla no contaba con muchas defensas. Y aún así, nada más bajar del bote, tuvo que parar una flecha con ese mismo escudo. «Estupendo, parece que empezamos con buen pie.»

Kevan nunca imaginó que su mente se llenara de tantos pensamientos irónicos mientras combatía. Bien era cierto que la primera sensación que experimentaba al ver que alguien se dirigía hacia él, espada en mano y con furia en la mirada, era de auténtico pavor. Pero inmediatamente algo cambiaba en su mente y reaccionaba con sarcasmo. No es que no sintiera respeto por su rival, todo lo contrario. Simplemente, su instinto reaccionaba así. Había pasado prácticamente toda su vida entrenando junto a Tywin, el cual siempre había sido enormemente superior a él, y rememoraba todas esas peleas con gran precisión: siempre recordando el movimiento que debía realizar, siempre recordando el baile de pies, siempre recordando que tenía que ir constantemente un paso por delante de su rival… y ni por ésas había conseguido vencer a su hermano. Ni una sola vez.

Mas la situación actual era bien diferente para él. Su enemigo no era Tywin, y, como en casi todas las cosas, la práctica difería mucho de la realidad. No tenía por qué acordarse a cada momento del movimiento que tenía que hacer con los pies o cuál era el quiebro más efectivo. Su mente y su cuerpo actuaban por puro instinto, casi sin temor. Se dio cuenta entonces que sentía exactamente lo mismo que su hermano mayor: no temía a la muerte, pero la respetaba más que a cualquier otra cosa.

– ¿Todo bien por aquí? –Le preguntó Tywin nada más encontrarse con él, cubriendo sus espaldas.
– Sí –respondió con sequedad antes de batir a un nuevo enemigo–. Lo cierto es que está todo… demasiado tranquilo para ser una batalla.
– Lo mismo pensaba yo –confesó el mayor de los hermanos–. Demasiado fácil, ¿verdad?

Kevan finalmente se posicionó a su lado y asintió. El mayor peligro había sido desembarcar y esquivar las flechas. Muchos caen en la playa por ese mismo motivo. Pero una vez había pisado tierra firme, todo había transcurrido con suma facilidad. Aunque cuando Kevan miró a su alrededor y vio a tantos hombres caídos en el suelo, pensó que quizás no había sido tan fácil como creía.

– No os confiéis –dijo Steffon, el cual se acercaba hacia ellos, lleno de sangre y suciedad. «Por todos los Dioses, visto así parece un monstruo.» – Esta isla es la más pequeña y la más cercana a Dorne. Apuesto que Maelys dejó aquí a la carnada… –comentó mientras le daba la vuelta a un cadáver con el pie para verle el rostro–. Dudo que alguno de estos fuera un mercenario.
– ¿Entonces simplemente ha dejado aquí a unos pocos hombres para que nosotros nos encargásemos de eliminarlos y así quitárselos a él de encima? –Preguntó Kevan.
– Es muy probable.
– Nos deja asentarnos aquí… para luego atacarnos con todo su ejército –añadió Tywin–. Tienen más probabilidades de vencernos aquí, es un territorio que conocen y que nosotros acabamos de pisar por primera vez.
– Por no mencionar el hecho de que estamos en un archipiélago, querido amigo. No es tan fácil escapar de una isla.
– Lo sé perfectamente, inútil –le recriminó el Lannister, a lo que Steffon se echó a reír.
– Parece que ya se te ha quitado un poco esa cara de amargado que tenías. ¿Has liberado suficiente adrenalina con esta batalla? –Preguntó a la vez que le daba un puñetazo en el hombro, provocando que Tywin perdiera el equilibrio y diera varios traspiés sin llegar a caerse.
– ¡Siete Infiernos! ¡Mide tu fuerza, insensato! Demonios… –se quejó el Lannister mientras recuperaba la compostura.
– Definitivamente, has recuperado tu buen humor, lord Perfecto –dijo el Baratheon con una enorme sonrisa.
– ¿Por qué no vuelves con tu padre y dejas de molestarme?
– ¡Ja! ¡Eso no se lo cree nadie! Molestarte yo… –comentó Steffon a la vez que pasaba un brazo por detrás de Tywin y le rodeaba por los hombros–. Todos saben que estás deseando que venga contigo para que no te hundas en tu propia y personal amargura.
– ¿En serio lo piensas? –Le preguntó Tywin con desgano y haciendo una mueca de asco.

Kevan observaba a ambos amigos con asombro, en especial a su hermano. Si cualquier otra persona se hubiera comportado como estaba haciendo Steffon en ese instante, Tywin lo habría increpado al primer momento. En cambio, al Baratheon le permitía esa actitud y, aunque lo insultase y pareciese enfadado con él, Kevan notaba que su hermano mayor se sentía a gusto junto a aquel muchacho.

– ¿Ya estáis discutiendo? –Preguntó una voz a sus espaldas. Al girarse, Kevan dio un leve respingo al encontrarse cara a cara con Aerys. 


No era la primera vez que lo veía, pero no esperaba tenerlo tan cerca de repente. El joven Targaryen pareció no percatarse de ese ligero sobresalto y le sonrió levemente: – Has luchado bien hoy, Kevan.
– ¡Gracias, Alteza! –Exclamó Kevan inclinando la cabeza al momento.
– ¡Aerys! –Gritó Steffon, que aún tenía a Tywin rodeado con su brazo.
– Aerys, deberías controlar más a tu primo, cada día tiene peor la cabeza.
– ¡Eh…!
– ¿Por qué no me sorprende? –Le cortó Aerys.
– EH, BASTA YA –Gritó de nuevo el moreno antes de que los tres se echaran a reír.

«Si no lo veo, no lo creo.»

– Maldito seas, lord Perfecto –maldijo Steffon en broma, dándole una palmada a Tywin en la espalda que lo empujó hacia delante, aunque esta vez el rubio no se quejó de ello, sino que se sirvió de aquel impulso para acercarse a Kevan y agarrarlo por el brazo.
– Vámonos Kevan. No quiero que te juntes mucho con este par, podrían llenarte la cabeza de tonterías.
– Habló el sensato –murmuró Aerys.
– Tu hermano estaría mucho mejor con nosotros –añadió Steffon–. Tú seguro que lo deprimes con tu amargura habitual.
– En verdad ya estoy acostumbrado –intervino Kevan.
– ¿Pero qué…?

Tywin se quedó mudo tras oír aquello, sin llegar a terminar la pregunta que iba a hacer. Sin embargo, tanto Aerys como Steffon estallaron en carcajadas, en especial el moreno, al que ya se le escapaban algunas lágrimas de la risa.

– Tienes un gran hermano, Tywin –dijo aún riendo.
– ¡Cállate, estúpido! –Exclamó antes de volver a dirigirle la mirada a Kevan. Cualquiera habría dicho que el mayor de los Lannister estaba sumamente irritado por aquella frase, mas Kevan lo conocía perfectamente y sabía que no era así. «Él… parece contento.» –Anda, vamos a por Tygett –dijo sin más.
– Eso, ¡huye! ¡Huye de nosotros!

Tywin le hizo un gesto con la mano a modo de despedida mientras se alejaba de ellos junto a su hermano, quien no pudo evitar sonreír.

– ¿Y a ti qué te pasa ahora? –Le preguntó al verle así de “contento”.
– No, nada, nada importante.

«Sólo me alegro de que seas feliz.»

6 comentarios:

  1. Ah, me encanto. El apodo de guerra de Tygett sera Tygett el Rebelde NoEscuchaHermanos xD

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajaja, ya se encargará Steffon de ponerle un apodo, seguro ;)

      Eliminar
  2. bueno por fin se esta relajando un poco Tywin, aunque supongo que le durara poco....Steffon cada vez me gusta mas es el contrapunto perfecto.Como siempre me quedo con ganas de mas....

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tywin ya sabemos cómo es, pero ahí tiene a sus amigos del alma para relajarlo jajaja

      Eliminar
  3. He tenido el corazón en la garganta todo el capítulo, y después de tanta tensión y de la primera "batalla" sé que esto va a ir a más y yo ya ahí me muerdo las uñas, los dedos y los puños!!!

    Me ENCANTA, y sobre todo, y cada día más, la relación de Tywin y steffon, y me surgen mil preguntas, ¿qué sintió Tywin cuando uno de sus pocos amigos verdaderos murió? ¿Qué sintió después por Robert Baratheon? ¿Creyó que había alguna oportunidad con él para Cersei?

    Yo no te quiero presionar igual que no presiono a Martin, lo que pasa es que leerte es casi casi una necesidad.

    Qué maravilla de historia, qué bonito lo cuentas todo. Ay.

    Cristina. :D

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajaja, tranquila que no me presionas. Últimamente estoy algo más comprometida con la historia y escribo más a menudo, ¡espero seguir así!

      En cuanto a tus preguntas con respecto a la amistad de Steffon y Tywin pues me encantaría poder responderte ahora, pero creo que si lo hiciera sería un poco spoiler de lo que va a pasar en este fic, así que te dejaré con esas dudas en la cabeza jajaja. De todas formas, lo que yo pienso seguramente no sea igual que lo que piensa Martin. A lo mejor él ni siquiera imaginó una amistad así entre ambos, pero yo quise darle ese toque personal.

      Si algún día termino el fic (que espero que así sea jajaja), te responderé a estas preguntas. Mi versión, claro está ;)

      Un besazo, cachorra.

      Eliminar