KEVAN
Recordaba
con exactitud el día que desembarcaron en los Peldaños… Casi podía sentir el
pánico que experimentó en aquella ocasión, sobre todo al ver el tamaño de
aquella isla que, supuestamente, era pequeña.
«Pues resulta que tenían razón, era pequeña»,
pensó al ver aquella planicie al horizonte. «Menos mal que ésta no es mi primera batalla…»
La
mayoría de los soldados sabían que iban directos a la muerte, mas todos tenían
presentes en su mente las últimas palabras que Lord Ormund había dicho. «Vamos a conquistar esta isla, sea como sea»,
pensó Kevan.
El
bote de los Lannister era uno de los que encabezaban aquella hilera de barcos,
y prácticamente se encontraban al lado del bote de Lord Ormund, que iba
acompañado de su hijo y algunos caballeros de la Guardia Real. Por extraño que
pareciera, Steffon estaba más serio y concentrado que de costumbre. No había
bromeado en todo lo que llevaban de día, ni siquiera se había
metido con Tywin, que últimamente era siempre el objeto de sus burlas. En un
momento dado, el moreno giró la cabeza y su mirada se cruzó con la del
Lannister. Ambos asistieron con la cabeza, sin decirse nada, justo antes de
colocarse sus respectivos yelmos.
«Llegó la hora», pensó Kevan antes de que
Lord Ormund y Tywin gritaran a la vez: – ¡Escudos!
Todos
alzaron sus escudos a la vez, colocándolos como si fuese un pequeño muro de
metal. No obstante siempre quedaba algún pequeño resquicio entre ellos por
dónde podía colarse alguna flecha. Se debía tener una gran puntería para
conseguir tal hazaña, pero parecía que en todas las batallas había alguno que
conseguía burlar aquella defensa, y esta vez no iba a ser una excepción. Una
flecha aterrizó justo al lado del pie de Tygett, quien se sobresaltó ligeramente
al comprobar lo cerca que había estado de quedarse cojo para el resto de su
vida.
–
Tsk –se quejó, chasqueando la lengua.
–
¡Tyg, coloca bien tu escudo! ¡Lo has mov…!
No
le dio tiempo de terminar la frase. A Tygett tampoco le dio tiempo de colocar
su escudo. Otra flecha se había infiltrado entre ellos, sólo que esta vez no impactó
en el bote, sino en el hombro izquierdo de Kevan.
–
¡Kevan! –Exclamó Tygett.
Tywin
giró la cabeza para comprobar lo que había pasado y se encontró de repente con
su hermano herido, sangrando e impregnando su armadura de sangre. Kevan pudo
notar una leve mueca de preocupación en el rostro de su hermano, por lo que se
apresuró para tranquilizarlo.
–
¡No te distraigas, Tywin! ¡Esto no es nada! –Exclamó con vehemencia. El aludido
inspiró profundamente y volvió la vista al frente, haciendo caso de su hermano
menor.
«Nada mal para ser mi primera herida de
guerra», pensó con sarcasmo. Tygett no se alarmó al ver que Tywin
continuaba concentrado, como si aquella flecha no hubiera alcanzado ningún
punto clave. Pero Kevan sabía que no era así, y también sabía que Tywin sólo
estaba fingiendo, al igual que él. Era realmente inaudito que una flecha
lograra atravesar el muro de escudos y a la vez impactar en una zona donde la
armadura era más vulnerable, pero así había ocurrido. La flecha estaba
justamente por debajo de la clavícula, prácticamente en la axila, una zona
delicada ya que no contaba con la protección de la armadura. Más Kevan no
desistió y continuó con el brazo alzado, manteniendo su escudo hasta que Tywin
diera la orden. «Ahora no molesta… en
cuanto lo mueva veré las estrellas». El joven sabía que la punta de la
flecha permanecía dentro de su cuerpo, por lo que sería difícil de sacar. Y
doloroso. Mas había una ventaja: podría luchar casi a la perfección mientras no
moviera el brazo y, por suerte, le habían herido en el izquierdo. Podría
batallar, podría ayudar a sus hermanos. Lo que ocurriera después poco le
importaba.
–
¿Quieres que te la quite? –Le preguntó Tygett al ver que Kevan ni siquiera se
había movido.
–
No –le respondió, «si la quitas me
desangraré aquí mismo»–, pero quiero que la rompas –le pidió mientras con
su mano libre agarraba la flecha para que no se moviera mucho–. Con delicadeza,
a ser posible.
Tygett
asintió a la vez que tomaba el extremo de aquella flecha con fuerza, doblándola
hasta partirla. Kevan apenas hizo una leve mueca de dolor, casi imperceptible.
«Así molestará menos».
–
¡A mí señal! –Avisó Tywin.
Kevan
empuñó con fuerza su espada, aún sin apartar el escudo. Pudo oír el sonido del
acero no muy lejos de él. «Los Baratheon
ya están en tierra». Inspiró profundamente e intentó dejar la mente en
blanco. Sabía que iba a doler pero no quería pensar en ello, pues lo peor
estaba aún por llegar.
–
¡AHORA!
Tanto
Tygett como él apartaron rápidamente sus escudos para salir de aquel barco lo
antes posible. Tal y como había imaginado, el brazo le dolió horrores nada más
moverlo, mas no era momento de quejas. «Esto
no es suficiente para matarme». Salió del barco con soltura, esquivando las
flechas que les lanzaban. Podría pararlas con su escudo mucho más fácilmente,
pero no le parecía conveniente auto infligirse más daño cuando tenía otras
alternativas. El escudo le pesaba en su brazo herido, por lo que decidió
pegarlo a su cuerpo y no moverlo más.
–
Vamos –se dijo a sí mismo mientras corría por la playa, dirigiéndose a las
torres de asedio. En condiciones normales habría usado su arco para derribar a
los arqueros enemigos, pero esta vez tendría que ser el que custodiaba la torre
mientras otro se adentraba en ella–. Tendrás que encargarte tú –le dijo Kevan a
Tywin, quien se encontraba junto a Steffon a los pies de una de las torres–. Yo
no puedo subir.
–
Hecho –dijo Tywin.
–
¿Estás bien, guaperas? –Le preguntó Steffon justo cuando remataba a un soldado
enemigo.
–
Sobreviviré.
Tywin
se encargó de los arqueros con rapidez, por lo que ahora podrían
usar esa torre para su propio beneficio. Kevan ordenó a varios de sus hombres
para que permanecieran allí y pudieran cubrirles las espaldas con mayor
facilidad. Cuando quiso darse cuenta, vio que todas las tropas reales habían
desembarcado ya y, claramente, eran muy inferiores en número. Tanto Steffon
como Tywin se lanzaron al centro de la batalla, donde una marabunta de hombres
le impedía reconocer el rostro de sus aliados. Seguramente Tygett ya se
encontrará allí, «como si fuese el
comandante general». Chasqueó la lengua malhumorado y se dirigió hacia
aquel lugar, sin saber lo que podría encontrarse. O sin querer imaginarlo.
No
pasaron ni siquiera un par de minutos cuando se sintió completamente rodeado y
sin escapatoria. Se sentía horriblemente cansado y algo torpe al no poder usar
el escudo tal y como a él le habría gustado, mas procuraba no mostrar sus
debilidades. Realmente no le daba tiempo ni de pensar, ni tampoco de comprobar
si sus hermanos se encontraban bien. No los veía, aunque sí podía oírlos: los
bufidos de Tywin, las blasfemias de Tygett, las quejas de Steffon… incluso
podía sentir la presencia de Aerys, aunque fuera el único que se mantenía en
absoluto silencio. Quizás no todo fuera tan mal como pensó en un inicio. Tenía un
corte en la cara y otro en la mano del escudo, pero, ¿qué era eso comparado con
la muerte?
Poco
después sintió un dolor punzante en la pierna que le hizo hincar la rodilla en
el suelo. El enemigo le había atacado por detrás y ahora estaba dispuesto a
rematarle. Podía notarlo, sentía como la afilada hoja de una espada silbaba
contra el viento, cada vez más cerca de su cuello.
–
¡KEVAN! –Escuchó gritar a Tywin.
Las
espadas chocaron entre sí. Kevan aún seguía arrodillado en el suelo, pero había
reaccionado a tiempo, justo cuando parecía que no había escapatoria. Había
girado levemente su cuerpo, lo suficiente para detener aquel ataque y encarar a
su enemigo con la mirada. Resultaba realmente increíble que Kevan pudiera
contrarrestar la fuerza de aquel tipo, que empuñaba su espada con las dos
manos, cuando él se encontraba en una posición tan desfavorable y sujetando su
espada con una sola mano.
–
Gracias por el corte, estaré cojeando todo un mes –dijo un irónico Kevan, que
en un rápido movimiento alejó la espada de su enemigo, se puso en pie y le
rebanó el cuello sin pensarlo dos veces.
Aquel
sujeto le había cortado justo por detrás de la rodilla, mas era una herida
superficial. Solo que derramaba demasiada sangre y, sin duda, era bastante
molesto.
–
Estás hecho un desastre –dijo Aerys cuando estuvo lo suficientemente cerca de
él–. Tienes heridas en todas partes.
–
Es lo lógico en una batalla –le increpó Kevan–, estoy perfectamente.
–
Já –Aerys le mostró una ladeada sonrisa–. ¿Sabes? Todos los Lannister dais
miedo con esa mirada.
–
¡¿Eh?! –Preguntó Kevan sin entender, enfrascado en una nueva pelea–. ¡¿De qué
infiernos hablas?!
–
Vosotros los Lannister… tenéis fuego en la mirada –contestó nada más derribar a
un mercenario con soltura–. Creo que no os dais cuenta de ello, pero lo hacéis
a menudo, sobre todo tu hermano. Y es terrorífica.
–
¿Todos los Lannister?
–
Bueno… –dejó escapar una leve carcajada–, todos los que yo conozco. Tú, tus
hermanos, y Joanna también. Debe ser herencia familiar –comentó.
Kevan
no volvió a abrir la boca, le resultaba difícil concentrarse en la batalla y
mantener una conversación a la vez, aunque internamente agradecía el hecho de
que Aerys se hubiera acercado a él. En un principio quiso decirle que no
precisaba de su ayuda, que él sólo sabía defenderse, pero lo cierto es que el
príncipe le estaba aportando un gran apoyo. Él no luchaba como Steffon, que era
agresivo y contundente; o como Tywin, que era más elegante y efectivo. Aerys se
caracterizaba por su agilidad, por su rapidez. Bien parecía que más que luchar
estuviera bailando con su espada. No daba golpes certeros como Tywin, pero podía
luchar perfectamente contra varios adversarios a la vez, y eso libró a Kevan de
muchos contrincantes. Al menos durante unos minutos, porque poco después todo
volvió a ser como antes. O quizás peor.
–
Kevan, ¿puedes aguantar? –Le preguntó el príncipe una vez pegó su espalda a la
del joven Lannister.
–
Sí –respondió el aludido–, pero a este ritmo… no sé cuánto más podré
contenerlos.
–
Tú sólo no te separes mucho de mí –dijo–, así podremos protegernos mutuamente.
Éste
sólo asintió levemente y continuó luchando, claro que ya no sabía cuál era el
motivo principal por el cual peleaba: si por conquistar aquella isla o por salvar
su propia vida. No quería mirar a su alrededor, mas había ocasiones en las que
era inevitable, y lo que veía era desolador: les estaban masacrando. Todo eran
gritos, el acero de las espadas, sudor y sangre. Y muerte.
«No podemos retroceder, ya no podemos volver
atrás. ¿Acaso todo se ha terminado aquí?... No. ¡NO! No pienso morir aquí,
¡éste no es mi final!»
–
¡Aerys! –Gritó al sentir como el Targaryen caía al suelo. Kevan se giró y con
rapidez clavó su espada en el hombre que ya tenía en sus manos al príncipe heredero.
Éste se hallaba de rodillas, aturdido y llevándose una mano a la cabeza
mientras siseaba, posiblemente de dolor–. ¡Aerys, levántate! –Volvió a gritar
el Lannister, que en la vida habría imaginado que le ordenaría algo a su futuro
rey.
–
No puedo –dijo éste con una voz muy débil–. Todo… me da… vueltas.
A
Kevan no le quedó más remedio, tuvo que hacer uso de su escudo para poder
defenderse, y ya no sólo a él mismo, sino también a Aerys. El hombro le dolía en
exceso cada vez que lo movía, pero no podía permitir que los mataran. Y si
tenía que defender al príncipe con su propia vida, lo haría sin dudar.
El
Targaryen hacía verdaderos esfuerzos por volver a ponerse en pie, clavando su
espada en el suelo para que le fuera más fácil. Mas aquello resultó imposible,
y después de varios intentos, cayó desplomado al suelo, inconsciente.
Fue en ese instante cuando Kevan escuchó un extraño murmullo que se iba
extendiendo poco a poco hacia ellos y justo después varios cuernos de guerra. Cuernos y tambores,
muchos tambores. Y de repente pareció que el mundo se paraba. Los hombres que
le rodeaban fueron cayendo uno tras otro con suma rapidez, como si un ariete
les hubiera arrollado.
–
¡La victoria es nuestra! –Escuchó gritar a Lord Ormund, al cual no conseguía
ver aunque debía estar bastante cerca de ellos.
–
Alteza –murmuró Kevan, soltando su escudo y agachándose al lado del príncipe.
El Lannister le quitó con cuidado el yelmo, el cual estaba ligeramente
abollado, y comprobó que aquel cabello plateado estaba manchado de sangre. El
joven levantó con cuidado la cabeza del Targaryen y descubrió una pequeña
incisión en la sien izquierda a causa del golpe que había recibido. En
principio no parecía grave a pesar de la cantidad de sangre que emanaba de
aquella herida–. Aerys… –volvió a llamarle, sacudiéndole ligeramente.
–
No lo vi venir… y eso que la maza era grande –murmuró finalmente, algo aturdido
pero sin perder su típico humor sarcástico–. La misma herida que en Refugio
Estival… menuda puntería…
–
Aerys… han llegado los Greyjoy –aquella revelación hizo que el Targaryen
abriera los ojos, como si no creyera lo que acababa de escuchar–. La batalla es
nuestra.
El
príncipe, atónito, consiguió sentarse con la ayuda de Kevan, girándose un poco
para poder mirar la costa.
–
Por los Siete –consiguió murmurar al ver que la playa había sido tomada por
cientos de barcos que portaban krakens dorados en sus velas negras.
Buau, Steffon no esta bromeando, esto debe ser muy serio xD Ya presentía que la flota Greyjoy llegaría en el ultimo momento. Una pena que no se muriese Aerys, aunque tengo que admitir que es algo agradable cuando no esta acosando a Joanna(?
ResponderEliminarPor curiosidad, ¿que edad tiene Kevan, y Tywin, y Joanna... Bueno, los personajes que tienen POV?
Si Steffon está serio es que la cosa está muy complicada xDDD Aerys se supone que por aquella época era un chico normal, sólo que estaba obsesionado con cierta rubia, así cuando no está ella es hasta majo y todo jajajaja.
EliminarLas edades la verdad es que son un lío, porque Martin los puso a todos MUY jóvenes, entonces yo a algunos de ellos (Steffon y Tygett) les he añadido un par de años porque me parecía un tanto excesivo ya xD En fin, en este momento de la historia tienen: Tywin 18; Joanna 17; Kevan, Steffon y Aerys 16; Genna y Rhaella 15; y Tygett 12 (sigue siendo muy joven!!!)
que emocionante!! Lastima que no acertaran con Aerys se hubieran resuelto muchos problemas...
ResponderEliminarJajaja, varios habéis pensado lo mismo!
Eliminar¡Opino lo mismo! ^^
EliminarAy que sin vivir de capítulo. He estado a punto de gritar con lo de "se miraron y asintieron con la cabeza", soy fan, muy fan, que tienen sus códigos de colegotes y todo.
ResponderEliminarQué batallote. Qué divertido leerte, qué suerte tenerte hasta que salga 'Vientos de invierno'.
Y guay lo de los Krakens, leales y todo. Me cuesta verlos así desde lo de Theon pero ahí están.
Fantástico. Ole. Beso.
Cristina.
Jajajaja, ¡códigos de colegotes! Desde luego, creo que la idea de juntar tanto a Tywin con Steffon ha sido una de las mejores de este fic, ha tenido muy buena acogida :D
EliminarEs una época distinta, los Greyjoy aquí están liderados por Quellon (el padre de Balon y compañía), y él era bastante diferente de sus hijos y nietos. Muy diferente :P
Un besazo cachorra, y como siempre, gracias por comentar <3