Fanfic que recrea la juventud y el ascenso de Tywin Lannister al poder. Está basado en la saga de libros "Canción de Hielo y Fuego" de George R.R. Martin, por tanto ni los personajes ni los lugares me pertenecen.

sábado, 31 de octubre de 2015

Capítulo 44

KEVAN

Recordaba con exactitud el día que desembarcaron en los Peldaños… Casi podía sentir el pánico que experimentó en aquella ocasión, sobre todo al ver el tamaño de aquella isla que, supuestamente, era pequeña.

«Pues resulta que tenían razón, era pequeña», pensó al ver aquella planicie al horizonte. «Menos mal que ésta no es mi primera batalla…»

Piedrasangre era, con diferencia, la isla más grande del archipiélago. Imponía sólo con verla a los lejos, con lo que comprobar las defensas del enemigo ya era mucho más intimidante. Kevan sabía perfectamente a qué se enfrentaba, sabía lo mucho que se estaban jugando, pero esta vez no tenía miedo. «El miedo no me ayudará a sobrevivir». Se encontraba entre sus dos hermanos, ya montados en el bote y a poca distancia de la playa, pero los tres permanecían en un absoluto silencio. De hecho, nadie hablaba desde hacía ya varios minutos. La tensión se palpaba en el ambiente, tanto que Kevan pensó que hasta podría tocarla. Todos sabían a la perfección qué era lo que tenían que hacer: resistir y hacer frente a las tropas enemigas, intentando rodear la isla por completo, aunque no podrían realizar tal hazaña por falta de barcos.

La mayoría de los soldados sabían que iban directos a la muerte, mas todos tenían presentes en su mente las últimas palabras que Lord Ormund había dicho. «Vamos a conquistar esta isla, sea como sea», pensó Kevan.

El bote de los Lannister era uno de los que encabezaban aquella hilera de barcos, y prácticamente se encontraban al lado del bote de Lord Ormund, que iba acompañado de su hijo y algunos caballeros de la Guardia Real. Por extraño que pareciera, Steffon estaba más serio y concentrado que de costumbre. No había bromeado en todo lo que llevaban de día, ni siquiera se había metido con Tywin, que últimamente era siempre el objeto de sus burlas. En un momento dado, el moreno giró la cabeza y su mirada se cruzó con la del Lannister. Ambos asistieron con la cabeza, sin decirse nada, justo antes de colocarse sus respectivos yelmos.

«Llegó la hora», pensó Kevan antes de que Lord Ormund y Tywin gritaran a la vez: – ¡Escudos!

Todos alzaron sus escudos a la vez, colocándolos como si fuese un pequeño muro de metal. No obstante siempre quedaba algún pequeño resquicio entre ellos por dónde podía colarse alguna flecha. Se debía tener una gran puntería para conseguir tal hazaña, pero parecía que en todas las batallas había alguno que conseguía burlar aquella defensa, y esta vez no iba a ser una excepción. Una flecha aterrizó justo al lado del pie de Tygett, quien se sobresaltó ligeramente al comprobar lo cerca que había estado de quedarse cojo para el resto de su vida.

– Tsk –se quejó, chasqueando la lengua.
– ¡Tyg, coloca bien tu escudo! ¡Lo has mov…!

No le dio tiempo de terminar la frase. A Tygett tampoco le dio tiempo de colocar su escudo. Otra flecha se había infiltrado entre ellos, sólo que esta vez no impactó en el bote, sino en el hombro izquierdo de Kevan.

– ¡Kevan! –Exclamó Tygett.

Tywin giró la cabeza para comprobar lo que había pasado y se encontró de repente con su hermano herido, sangrando e impregnando su armadura de sangre. Kevan pudo notar una leve mueca de preocupación en el rostro de su hermano, por lo que se apresuró para tranquilizarlo.

– ¡No te distraigas, Tywin! ¡Esto no es nada! –Exclamó con vehemencia. El aludido inspiró profundamente y volvió la vista al frente, haciendo caso de su hermano menor.

«Nada mal para ser mi primera herida de guerra», pensó con sarcasmo. Tygett no se alarmó al ver que Tywin continuaba concentrado, como si aquella flecha no hubiera alcanzado ningún punto clave. Pero Kevan sabía que no era así, y también sabía que Tywin sólo estaba fingiendo, al igual que él. Era realmente inaudito que una flecha lograra atravesar el muro de escudos y a la vez impactar en una zona donde la armadura era más vulnerable, pero así había ocurrido. La flecha estaba justamente por debajo de la clavícula, prácticamente en la axila, una zona delicada ya que no contaba con la protección de la armadura. Más Kevan no desistió y continuó con el brazo alzado, manteniendo su escudo hasta que Tywin diera la orden. «Ahora no molesta… en cuanto lo mueva veré las estrellas». El joven sabía que la punta de la flecha permanecía dentro de su cuerpo, por lo que sería difícil de sacar. Y doloroso. Mas había una ventaja: podría luchar casi a la perfección mientras no moviera el brazo y, por suerte, le habían herido en el izquierdo. Podría batallar, podría ayudar a sus hermanos. Lo que ocurriera después poco le importaba.

– ¿Quieres que te la quite? –Le preguntó Tygett al ver que Kevan ni siquiera se había movido.
– No –le respondió, «si la quitas me desangraré aquí mismo»–, pero quiero que la rompas –le pidió mientras con su mano libre agarraba la flecha para que no se moviera mucho–. Con delicadeza, a ser posible.

Tygett asintió a la vez que tomaba el extremo de aquella flecha con fuerza, doblándola hasta partirla. Kevan apenas hizo una leve mueca de dolor, casi imperceptible. «Así molestará menos».

– ¡A mí señal! –Avisó Tywin.

Kevan empuñó con fuerza su espada, aún sin apartar el escudo. Pudo oír el sonido del acero no muy lejos de él. «Los Baratheon ya están en tierra». Inspiró profundamente e intentó dejar la mente en blanco. Sabía que iba a doler pero no quería pensar en ello, pues lo peor estaba aún por llegar.

– ¡AHORA!

Tanto Tygett como él apartaron rápidamente sus escudos para salir de aquel barco lo antes posible. Tal y como había imaginado, el brazo le dolió horrores nada más moverlo, mas no era momento de quejas. «Esto no es suficiente para matarme». Salió del barco con soltura, esquivando las flechas que les lanzaban. Podría pararlas con su escudo mucho más fácilmente, pero no le parecía conveniente auto infligirse más daño cuando tenía otras alternativas. El escudo le pesaba en su brazo herido, por lo que decidió pegarlo a su cuerpo y no moverlo más.

– Vamos –se dijo a sí mismo mientras corría por la playa, dirigiéndose a las torres de asedio. En condiciones normales habría usado su arco para derribar a los arqueros enemigos, pero esta vez tendría que ser el que custodiaba la torre mientras otro se adentraba en ella–. Tendrás que encargarte tú –le dijo Kevan a Tywin, quien se encontraba junto a Steffon a los pies de una de las torres–. Yo no puedo subir.
– Hecho –dijo Tywin.
– ¿Estás bien, guaperas? –Le preguntó Steffon justo cuando remataba a un soldado enemigo.
– Sobreviviré.

Tywin se encargó de los arqueros con rapidez, por lo que ahora podrían usar esa torre para su propio beneficio. Kevan ordenó a varios de sus hombres para que permanecieran allí y pudieran cubrirles las espaldas con mayor facilidad. Cuando quiso darse cuenta, vio que todas las tropas reales habían desembarcado ya y, claramente, eran muy inferiores en número. Tanto Steffon como Tywin se lanzaron al centro de la batalla, donde una marabunta de hombres le impedía reconocer el rostro de sus aliados. Seguramente Tygett ya se encontrará allí, «como si fuese el comandante general». Chasqueó la lengua malhumorado y se dirigió hacia aquel lugar, sin saber lo que podría encontrarse. O sin querer imaginarlo.

No pasaron ni siquiera un par de minutos cuando se sintió completamente rodeado y sin escapatoria. Se sentía horriblemente cansado y algo torpe al no poder usar el escudo tal y como a él le habría gustado, mas procuraba no mostrar sus debilidades. Realmente no le daba tiempo ni de pensar, ni tampoco de comprobar si sus hermanos se encontraban bien. No los veía, aunque sí podía oírlos: los bufidos de Tywin, las blasfemias de Tygett, las quejas de Steffon… incluso podía sentir la presencia de Aerys, aunque fuera el único que se mantenía en absoluto silencio. Quizás no todo fuera tan mal como pensó en un inicio. Tenía un corte en la cara y otro en la mano del escudo, pero, ¿qué era eso comparado con la muerte?

Poco después sintió un dolor punzante en la pierna que le hizo hincar la rodilla en el suelo. El enemigo le había atacado por detrás y ahora estaba dispuesto a rematarle. Podía notarlo, sentía como la afilada hoja de una espada silbaba contra el viento, cada vez más cerca de su cuello.

– ¡KEVAN! –Escuchó gritar a Tywin.

Las espadas chocaron entre sí. Kevan aún seguía arrodillado en el suelo, pero había reaccionado a tiempo, justo cuando parecía que no había escapatoria. Había girado levemente su cuerpo, lo suficiente para detener aquel ataque y encarar a su enemigo con la mirada. Resultaba realmente increíble que Kevan pudiera contrarrestar la fuerza de aquel tipo, que empuñaba su espada con las dos manos, cuando él se encontraba en una posición tan desfavorable y sujetando su espada con una sola mano.

– Gracias por el corte, estaré cojeando todo un mes –dijo un irónico Kevan, que en un rápido movimiento alejó la espada de su enemigo, se puso en pie y le rebanó el cuello sin pensarlo dos veces.

Aquel sujeto le había cortado justo por detrás de la rodilla, mas era una herida superficial. Solo que derramaba demasiada sangre y, sin duda, era bastante molesto.

– Estás hecho un desastre –dijo Aerys cuando estuvo lo suficientemente cerca de él–. Tienes heridas en todas partes.
– Es lo lógico en una batalla –le increpó Kevan–, estoy perfectamente.
– Já –Aerys le mostró una ladeada sonrisa–. ¿Sabes? Todos los Lannister dais miedo con esa mirada.
– ¡¿Eh?! –Preguntó Kevan sin entender, enfrascado en una nueva pelea–. ¡¿De qué infiernos hablas?!
– Vosotros los Lannister… tenéis fuego en la mirada –contestó nada más derribar a un mercenario con soltura–. Creo que no os dais cuenta de ello, pero lo hacéis a menudo, sobre todo tu hermano. Y es terrorífica.
– ¿Todos los Lannister?
– Bueno… –dejó escapar una leve carcajada–, todos los que yo conozco. Tú, tus hermanos, y Joanna también. Debe ser herencia familiar –comentó.

Kevan no volvió a abrir la boca, le resultaba difícil concentrarse en la batalla y mantener una conversación a la vez, aunque internamente agradecía el hecho de que Aerys se hubiera acercado a él. En un principio quiso decirle que no precisaba de su ayuda, que él sólo sabía defenderse, pero lo cierto es que el príncipe le estaba aportando un gran apoyo. Él no luchaba como Steffon, que era agresivo y contundente; o como Tywin, que era más elegante y efectivo. Aerys se caracterizaba por su agilidad, por su rapidez. Bien parecía que más que luchar estuviera bailando con su espada. No daba golpes certeros como Tywin, pero podía luchar perfectamente contra varios adversarios a la vez, y eso libró a Kevan de muchos contrincantes. Al menos durante unos minutos, porque poco después todo volvió a ser como antes. O quizás peor.

– Kevan, ¿puedes aguantar? –Le preguntó el príncipe una vez pegó su espalda a la del joven Lannister.
– Sí –respondió el aludido–, pero a este ritmo… no sé cuánto más podré contenerlos.
– Tú sólo no te separes mucho de mí –dijo–, así podremos protegernos mutuamente.

Éste sólo asintió levemente y continuó luchando, claro que ya no sabía cuál era el motivo principal por el cual peleaba: si por conquistar aquella isla o por salvar su propia vida. No quería mirar a su alrededor, mas había ocasiones en las que era inevitable, y lo que veía era desolador: les estaban masacrando. Todo eran gritos, el acero de las espadas, sudor y sangre. Y muerte.

«No podemos retroceder, ya no podemos volver atrás. ¿Acaso todo se ha terminado aquí?... No. ¡NO! No pienso morir aquí, ¡éste no es mi final!»

– ¡Aerys! –Gritó al sentir como el Targaryen caía al suelo. Kevan se giró y con rapidez clavó su espada en el hombre que ya tenía en sus manos al príncipe heredero. Éste se hallaba de rodillas, aturdido y llevándose una mano a la cabeza mientras siseaba, posiblemente de dolor–. ¡Aerys, levántate! –Volvió a gritar el Lannister, que en la vida habría imaginado que le ordenaría algo a su futuro rey.
– No puedo –dijo éste con una voz muy débil–. Todo… me da… vueltas.

A Kevan no le quedó más remedio, tuvo que hacer uso de su escudo para poder defenderse, y ya no sólo a él mismo, sino también a Aerys. El hombro le dolía en exceso cada vez que lo movía, pero no podía permitir que los mataran. Y si tenía que defender al príncipe con su propia vida, lo haría sin dudar.

El Targaryen hacía verdaderos esfuerzos por volver a ponerse en pie, clavando su espada en el suelo para que le fuera más fácil. Mas aquello resultó imposible, y después de varios intentos, cayó desplomado al suelo, inconsciente.

Fue en ese instante cuando Kevan escuchó un extraño murmullo que se iba extendiendo poco a poco hacia ellos y justo después varios cuernos de guerra. Cuernos y tambores, muchos tambores. Y de repente pareció que el mundo se paraba. Los hombres que le rodeaban fueron cayendo uno tras otro con suma rapidez, como si un ariete les hubiera arrollado.

– ¡La victoria es nuestra! –Escuchó gritar a Lord Ormund, al cual no conseguía ver aunque debía estar bastante cerca de ellos.
– Alteza –murmuró Kevan, soltando su escudo y agachándose al lado del príncipe. El Lannister le quitó con cuidado el yelmo, el cual estaba ligeramente abollado, y comprobó que aquel cabello plateado estaba manchado de sangre. El joven levantó con cuidado la cabeza del Targaryen y descubrió una pequeña incisión en la sien izquierda a causa del golpe que había recibido. En principio no parecía grave a pesar de la cantidad de sangre que emanaba de aquella herida–. Aerys… –volvió a llamarle, sacudiéndole ligeramente.
– No lo vi venir… y eso que la maza era grande –murmuró finalmente, algo aturdido pero sin perder su típico humor sarcástico–. La misma herida que en Refugio Estival… menuda puntería…
– Aerys… han llegado los Greyjoy –aquella revelación hizo que el Targaryen abriera los ojos, como si no creyera lo que acababa de escuchar–. La batalla es nuestra.

El príncipe, atónito, consiguió sentarse con la ayuda de Kevan, girándose un poco para poder mirar la costa.

– Por los Siete –consiguió murmurar al ver que la playa había sido tomada por cientos de barcos que portaban krakens dorados en sus velas negras.


7 comentarios:

  1. Buau, Steffon no esta bromeando, esto debe ser muy serio xD Ya presentía que la flota Greyjoy llegaría en el ultimo momento. Una pena que no se muriese Aerys, aunque tengo que admitir que es algo agradable cuando no esta acosando a Joanna(?

    Por curiosidad, ¿que edad tiene Kevan, y Tywin, y Joanna... Bueno, los personajes que tienen POV?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si Steffon está serio es que la cosa está muy complicada xDDD Aerys se supone que por aquella época era un chico normal, sólo que estaba obsesionado con cierta rubia, así cuando no está ella es hasta majo y todo jajajaja.

      Las edades la verdad es que son un lío, porque Martin los puso a todos MUY jóvenes, entonces yo a algunos de ellos (Steffon y Tygett) les he añadido un par de años porque me parecía un tanto excesivo ya xD En fin, en este momento de la historia tienen: Tywin 18; Joanna 17; Kevan, Steffon y Aerys 16; Genna y Rhaella 15; y Tygett 12 (sigue siendo muy joven!!!)

      Eliminar
  2. que emocionante!! Lastima que no acertaran con Aerys se hubieran resuelto muchos problemas...

    ResponderEliminar
  3. Ay que sin vivir de capítulo. He estado a punto de gritar con lo de "se miraron y asintieron con la cabeza", soy fan, muy fan, que tienen sus códigos de colegotes y todo.

    Qué batallote. Qué divertido leerte, qué suerte tenerte hasta que salga 'Vientos de invierno'.

    Y guay lo de los Krakens, leales y todo. Me cuesta verlos así desde lo de Theon pero ahí están.

    Fantástico. Ole. Beso.

    Cristina.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajaja, ¡códigos de colegotes! Desde luego, creo que la idea de juntar tanto a Tywin con Steffon ha sido una de las mejores de este fic, ha tenido muy buena acogida :D

      Es una época distinta, los Greyjoy aquí están liderados por Quellon (el padre de Balon y compañía), y él era bastante diferente de sus hijos y nietos. Muy diferente :P

      Un besazo cachorra, y como siempre, gracias por comentar <3

      Eliminar