JOANNA
Despertó
empapada en sudor y no sabía si aquello se debía al calor habitual de la
capital o a los nervios que la embargaban. Se levantó con rapidez y apartó las cortinas de
las ventanas. Un brillante sol iluminó de golpe toda la estancia, dándole los
buenos días una vez más. Sonrió y miró la ciudad a través de los cristales.
Parecía que todos estaban preparándose para el torneo que el rey Aegon V había
proclamado.
–
Loreza despierta, tenernos que ir a…
Pero
al girarse vio que la otra cama estaba vacía. Su compañera se había ido sin
despertarla.
«Tengo que darme prisa». Se preparó un
baño y se vistió adecuadamente. Una vez estuvo lista, salió de su habitación y
caminó hacia los aposentos de la princesa.