KEVAN
La
noticia de que Tytos Lannister había sido atacado por una leona se difundió con
rapidez por toda la fortaleza, y Kevan estaba seguro de que habría llegado a
más oídos de las tierras de Occidente. No era un suceso especialmente grave ya
que no hubo pérdidas humanas, y eso ya era un éxito teniendo en cuenta la
ferocidad de los felinos.
Pero
el hecho de que un Lannister fuera atacado por un león era algo totalmente
distinto. «Los Lannister son leones, los
leones de Poniente. ¿Cómo puede un león caer derrotado ante una leona? ¿Cómo es
posible que necesite la ayuda de tres
perros de caza?»
Kevan sabía perfectamente que su padre no era un león, era un hombre como cualquier otro, pero aquella metáfora fue motivo de burlas durante varios días. Y, como venía siendo habitual, a su señor padre no parecía importarle.
El
chico sabía que aquellos insultos le dolían, lo notaba en su mirada, pero era
siempre tan amable que perdonaba todas las ofensas hacia su persona. No le
gustaban las disputas, quería que todos sus aliados estuvieran en paz y le
vieran como a un buen Señor. Un Señor que les ayudaría siempre que lo
necesitaran.
Y
no era algo malo, pero sí era una gran prueba de debilidad. El desprecio hacia
la casa Lannister iba cada vez a más, llegando a difundirse la noticia de que
en Roca Casterly habitaban leones sin garras; leones débiles y holgazanes.
«Pero no es así», pensaba el chico cada
vez que miraba a su hermano mayor. «Nosotros
no somos como ellos piensan, son solo rumores… no somos débiles».
–
Eran unos buenos perros, tardaré encontrar otros tan buenos como esos –dijo
aquel hombre llamado Clegane, el hombre que había salvado a su padre de una
muerte segura.
Como
“recompensa” perdió a los tres perros que llevaba, pero también su pierna
izquierda. El Maestre estuvo esperando varios días para ver cómo evolucionaba
aquella herida, hasta que finalmente no quedó más remedio que cortar. Era eso o
perder la vida. Clegane no dudó al respecto.
–
Estoy seguro que sabrá adiestrar a otros perros tan bien como ha hecho hasta
ahora –comentó Tytos.
Se
encontraban en la habitación del Maestre. Clegane estaba sentado en la cama,
reposando para que el muñón de la pierna terminara de cicatrizar. Kevan ayudaba
al Maestre con algunas de las medicinas, mientras que su padre hablaba con ese
mozo que se había encargado de cuidar a los perros. Tywin también estaba allí
pero parecía invisible. Miraba el mar a través de una de las ventanas y se
mantenía en silencio, casi sin moverse.
–
Con una pierna menos será complicado, señor –dijo Clegane.
–
Lo comprendo, por eso vengo a ofreceros algo –informó Tytos.
–
¿Ofrecerme?
Tanto
Kevan como el Maestre se giraron al oír aquello, incluso Tywin ladeó
ligeramente la cabeza, como si quisiera escuchar mejor. «Espero que no sea nada de lo que pueda arrepentirse».
–
Por supuesto, me salvasteis la vida. Os merecéis algo más que un muñón.
–
Yo no morí por vos, fueron los perros.
–
Los perros tenían un amo, y ese no es otro que vos. –Tytos acercó una silla y
se sentó frente a él–. Lo tengo claro. Como recompensa por vuestra valentía os
nombraré Señor. A partir de este momento seréis Lord Clegane.
«Lord Clegane». Tywin bufó y volvió la
vista hacia el Mar del Ocaso.
–
¿Lord? –Preguntó el recién nombrado Señor con incredulidad.
–
Así es, y por tanto os concederé tierras, una región cercana a Maizal, al oeste
de Refugio de Plata.
–
Tierras… –susurró aún sin creerlo.
–
Y tengo entendido que tenéis un hijo, ¿no es así?
–
Sí, señor.
–
Bien, me gustaría que fuera mi escudero.
–
¿Mi hijo? –Aquel hombre cada vez abría más los ojos de puro asombro, tanto que
Kevan creía que se acabarían saliendo de sus cuencas.
–
Así es. Ahora vos sois Señor de unas tierras, el Lord de la Casa Clegane,
vuestra descendencia merece una enseñanza mejor y aquí la tendrá. Estoy seguro
de que aprenderá mucho al lado de mis hijos, incluso puede que llegue a
convertirse en caballero –dijo Tytos sonriendo.
Tywin
volvió a resoplar, aunque no dirigía la mirada a nadie. No parecía muy contento
con la idea de tener a un nuevo escudero en la familia.
–
Si es lo que deseáis, así será –objetó Clegane–, pero hay algo que quiero
preguntaros.
–
Decidme.
–
Una casa debe tener un blasón que la distinga, y yo no lo tengo.
–
Vos sois el Señor. Vos elegís vuestro blasón.
Hubo
un momento de silencio en la sala. Kevan no supo decir cuántos minutos pasaron
hasta que, finalmente, Lord Clegane volvió a hablar.
–
Los perros fueron los auténticos héroes, dieron la vida para salvaros, señor.
Creo que merecen un reconocimiento. Mi blasón serán tres perros sobre un campo
dorado, en honor a los tres que murieron.
–
¿Un campo dorado?
–
El león de los Lannister es dorado, y ahora mi casa es una de sus vasallas. El
campo será dorado en honor a ese león.
Kevan
pudo comprobar como su padre asentía, sonriendo feliz y orgulloso. «Es algo justo, un buen reconocimiento por
salvar la vida de su señor». Ambos lores se dieron la mano, sellando ese
nuevo acuerdo, y Kevan no pudo evitar sonreír como su padre. «Ha hecho bien, solo espero que este nuevo
Señor no venga a reírse de nosotros como todos los demás… a Tywin no le
gustaría.»
–
Oh, mira Kevan –el Maestre puso una mano sobre el hombro del muchacho–, parece
que tenemos correspondencia.
El
chico miró también por la ventana, en la misma dirección que el Maestre, y vio
como un cuervo se acercaba. Kevan esperaba que no fuera otra petición de
dinero, últimamente siempre era así.
–
Por aquí viene otro –dijo Tywin, hablando por primera vez desde que entraron en
aquella habitación.
–
Vaya, dos cuervos –comentó el Maestre con sorpresa–. Subiré de inmediato a la
pajarera.
Aquello
ya no le gustaba tanto a Kevan. «Dos
cuervos, dos cartas… ¿habrá pasado algo malo?»
–
Esto no me gusta –comentó Tywin–. Alas negras…
–
Palabras negras –finalizó Kevan.
El
Maestre acudió en seguida con las dos cartas, tendiéndoselas a Lord Tytos.
Kevan solo pudo distinguir uno de los sellos: dos torres gemelas.
–
Lord Walder Frey nos anuncia que vendrá a Roca Casterly –leyó su padre.
–
¿Para qué? –Preguntó su hermano con desconfianza.
–
Según sus propias palabras, es un asunto de gran importancia… pero no aclara
nada más.
–
Tsk, Freys… ¿y la otra carta?
–
Esta es de Desembarco del Rey. El Rey Aegon V celebra un torneo y nos invita a
participar.
–
Genial, un torneo –exclamó Kevan con una sonrisa de oreja a oreja–, ¿puedo ir?
–
Lo siento hermano, pero no creo que podamos –respondió Tywin.
–
¿Por qué?
–
Tenemos la obligación de recibir a los Frey.
–
Así es –corroboró su padre.
–
Pues vaya –su rostro ilusionado se borró de un plumazo–, tenía ganas de
asistir.
–
Otro año, hermano. Ahora nos toca averiguar qué quieren esos Frey.
–
Espero que no sea dinero.
–
Yo también lo espero.
Lord
Tytos no pudo evitar reír ante la ocurrencia de sus hijos.
¡Los Clegane! Está interesante. A ver esos Frey... No me gustan nadita, jajaja. :)
ResponderEliminarQué ganas de saber qué pasa :P
Los Frey nunca gustan, jajaja.
EliminarGracias por pasarte, como siempre ^^
YUHU! Me ha encantado el capi ^^ Pues Lord Clegane parece majo ^^
ResponderEliminarY bueno bueno, si va a aparecer ¡¡Aegon V!!! Con lo que me mola a mí Egg jeje Por allí debe estar Ser Duncan el Alto, Lord Comandante de la Guardia Real. ^^
Pd: Muerte a los Frey jajaja
Pd 2: Tywin resoplando ajsdkjhasdjahsd
Bueno, Lord Clegane es el abuelo de nuestros "amigos", no he querido hacerlo cruel que ya demasiados hay, jaja.
EliminarA mí también me gusta mucho Egg ^^ Y quería sacar por aquí a algún que otro personaje interesante ;)
P.D.: Los Frey son odio, jajajaja
Me encanta tu fic. La historia esta muy currada y escribes genial. Un saludo.
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias! Intento hacerlo lo mejor que puedo y lo más fiel posible a la historia ^^
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