JOANNA
Las
justas no eran lo más emocionante de un torneo para la princesa Rhaella. A ella
lo que más le gustaban eran los puestos de titiriteros que se formaban a las
afueras de la ciudad, cerca de las arenas. Le encantaba ver como aquellas
humildes personas eran capaces de representar diferentes historias con solo
unas marionetas. Le parecía divertido.
–
¿Te gusta, Joanna? –Le preguntó con amabilidad–. ¿Pareces distraída?
–
No Alteza, sabéis que me gusta tanto como a vos –contestó con naturalidad.
Rhaella
sonrió y volvió la vista hacia aquellas marionetas. Joanna, que se encontraba
unos pasos más atrás, respiró con tranquilidad. Pero lo cierto es que había
algo que la incomodaba.