Capítulo 13

KEVAN

Era el segundo día del torneo y Ser Barristan ya había desmontado a su rival en la primera justa del día. El siguiente caballero era Ser Duncan, y su oponente no era otro que el primogénito del rey, Duncan “el Pequeño”.

Poco antes de que ambos contrincantes se subieran a sus respectivos caballos, Kevan vio cómo su hermano mayor llegaba por fin al lugar donde la familia Lannister se encontraba.

– Creí que te habías perdido en la ciudad, hermano –dijo Kevan justo antes de comprobar que Tywin no volvía solo.

– Sentimos el retraso –se disculpó Joanna mientras se sentaba al lado de su hermano.

– Creía que Tywin te había secuestrado, hermana –comentó Stafford con ironía, haciendo reír a la joven.

Tywin se acomodó en su asiento, al lado de Kevan y sin mostrar ningún interés en los comentarios de su primo Stafford.

– Este parece un duelo interesante –dijo con naturalidad el mayor de los Lannister mientras veía a los dos caballeros preparándose para la justa.

– Interesante es verte a ti a solas con una mujer –indicó Kevan, el cual aún no salía de su asombro.

– ¿Tan raro es? –Preguntó Tywin a la vez que se encogía de hombros, como si no le diera importancia a aquello que tanto le sorprendía a su hermano menor–. Joanna es nuestra prima, no veo nada extraño el estar un momento con ella.

– ¿Hablasteis sobre el pasado?

– Sí, y también de la familia real.

En ese instante el impacto de las lanzas resonó por todo el lugar. Cuando Kevan volvió la vista hacia las arenas, vio que Ser Duncan “el Alto” estaba tirado en el suelo. «Lo ha derribado de un solo golpe».

– Alucinante –susurró Kevan, impresionado.

– Para una justa interesante que había y se termina tan pronto –comentó su hermano, algo decepcionado.

Duncan “el Pequeño” saludó a los presentes al proclamarse victorioso, para ir después a ayudar al capa blanca, el cual se encontraba perfectamente a pesar de la caída.

La siguiente justa era entre Ser Bonifer Hasty y Ser Lewyn Martell, el hermano de la princesa de Dorne.

– ¿Apuestas por alguno? –Preguntó Kevan.

– No pienso apostar nada de mi dinero –contestó Tywin.

– ¡Yo sí! –Exclamó Stafford–. ¿Cuánto nos jugamos?

– Pues…

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El día había finalizado tan pronto como había comenzado. La noche era clara y Kevan disfrutaba al observar aquella ciudad en paz. La posada donde se hospedaban no era muy lujosa, pero tenía buenas vistas, por lo que siempre pasaba unos minutos en silencio, contemplando la capital mientras su hermano dormía.

Kevan sonreía al recordar cómo Ser Bonifer había derribado a Ser Lewyn con facilidad, reverenciándose poco después ante la familia real mientras la princesa Rhaella aplaudía como una niña pequeña, disfrutando de aquel torneo tanto como el propio Kevan. El muchacho se llevó una mano a uno de los bolsillos de sus calzones y notó la pequeña bolsita cargada de monedas. «Vaya cara se le quedó a Stafford», pensó mientras sonreía.

– Kevan, duérmete de una vez.

El chico se sobresaltó al oír la voz de Tywin, al cual creía dormido. Cuando se giró comprobó que, efectivamente, su hermano estaba tumbado pero mantenía los ojos abiertos.

– ¿Es que no duermes nunca? –Preguntó Kevan.

– Si estás despierto, no –dijo Tywin, girándose para encontrar una buena postura–. Y Kevan… no vuelvas a jugar con el dinero como hace nuestro señor padre.

– Está bien –murmuró con resignación.

«Aún le preocupan esas deudas… Aún le preocupa lo que padre pueda estar haciendo en su ausencia».