Capítulo 11

JOANNA

Las justas no eran lo más emocionante de un torneo para la princesa Rhaella. A ella lo que más le gustaban eran los puestos de titiriteros que se formaban a las afueras de la ciudad, cerca de las arenas. Le encantaba ver como aquellas humildes personas eran capaces de representar diferentes historias con solo unas marionetas. Le parecía divertido.

– ¿Te gusta, Joanna? –Le preguntó con amabilidad–. ¿Pareces distraída?

– No Alteza, sabéis que me gusta tanto como a vos –contestó con naturalidad.

Rhaella sonrió y volvió la vista hacia aquellas marionetas. Joanna, que se encontraba unos pasos más atrás, respiró con tranquilidad. Pero lo cierto es que había algo que la incomodaba.

Una mirada verde la observaba de reojo.

Aún estando cerca de los príncipes Targaryen, buena parte de su propia familia también permanecía a su lado. Y entre ellos estaba ese chico que destacaba por encima de todos ellos, el mismo que la buscaba con la mirada cada cierto tiempo, como si temiera que ella fuera a irse de un momento a otro. «¿Por qué me mira tanto? Parece que no me hubiera visto nunca cuando hemos pasado toda nuestra infancia juntos…».

Pero no era el único que fijaba su mirada en ella, pues otros ojos de color violeta también  la observaban. Aunque Aerys era, en este caso, mucho menos discreto y más obsesivo que su primo.

«Lorena ya me advirtió en el anterior torneo, dijo que el príncipe siempre estaba pendiente de mí, que no dejaba de mirarme… ¿En verdad el príncipe Aerys está interesado en mí?». El solo hecho de pensarlo la ponía nerviosa. El heredero al trono tenía fama de conseguir todo lo que se proponía, y cuando no lo lograba enfurecía con facilidad.

En aquel momento Joanna podía percibir que el joven Targaryen estaba enfadado. «Está enfadado por mí, porque no estoy viendo el torneo junto a ellos. Lo sé, por eso me mira así». Una pizca de miedo le recorrió el cuerpo, sintiendo un ligero escalofrío. «Si en verdad me quiere para él, ¿sería capaz de pedir mi mano? ¿Me haría su reina? Reina de los Siete Reinos de Poniente…». Joanna suspiró al imaginar aquello, cerrando los ojos y negándose a sí misma. «Eso es imposible».

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando distinguió a uno de los caballeros que participaba en el torneo. Pero aquel no era un caballero cualquiera. Se trataba de Ser Bonifer Hasty, el hombre del que tanto hablaba Rhaella. Joanna se fijó en la princesa y notó como su mirada brillaba de emoción al verle. Verdaderamente estaba enamorada de él, y la joven Lannister sabía que aquel sentimiento era correspondido.

– Princesa –murmuró el caballero a la vez que se inclinaba ante ella.

– Ser Bonifer –dijo la chica sonriendo.

La pareja intentaba esconder su relación cuando se encontraban en lugares públicos, pero no siempre lo conseguían. A ojos de Joanna era cada vez más evidente, y no tardaría en llegar el día en el que Ser Bonifer decidiera pedir la mano de princesa en matrimonio. «Ojalá sean felices…».

De todos modos, la Lannister no las tenía todas consigo. Era cierto que últimamente los Targaryen habían dejado atrás aquella costumbre de casarse entre hermanos, y después de todo el heredero era Aerys, no Rhaella. Mas nadie sabía cómo podría actuar la familia real ante un compromiso como aquel.

– ¿No te gusta? –Preguntó una voz masculina en ese momento. Cuando Joanna se ladeó para comprobar quién era no pudo evitar un ligero sobresalto.

– Mi-mi señor –dijo al ver a su primo justo a su lado. «¿Cuándo se ha acercado tanto? Ni siquiera le he sentido»–. Son unos buenos titiriteros, mi señor. Esta representación siempre me ha gustado.

– Pues no lo parece. De hecho, estás bastante distraída.

– ¿Acaso me estaba vigilando, mi señor?

Joanna creyó ver cómo una ligera sonrisa se dibujaba en el rostro de su primo, pero lo cierto es que no podía asegurar que aquello hubiera sido en verdad una sonrisa.

– Es posible –reconoció el muchacho, provocando que la joven se sorprendiera ante su sinceridad–. ¿Podrías venir conmigo para ver los demás puestos del torneo? Apenas conozco la ciudad, así que necesito una guía.

– ¿Por qué yo?

– Bueno, vives aquí, ¿no? Creo que eres la persona que necesito. Y siendo sincero, también quiero hablar contigo.

– ¿Sobre qué? –Preguntó la chica cada vez más extrañada.

– Sobre nuestro pasado –contestó–, me gustaría recordar algunas cosas… ¿Vienes?

Joanna suspiró pero finalmente asintió, dedicándole una amable sonrisa: – Está bien, mi señor.

– Bien, y otra cosa más.

– ¿Sí?

– Somos familia, así que no me trates de señor –indicó, mirándola en ese instante a los ojos.

– De acuerdo… Tywin.