Fanfic que recrea la juventud y el ascenso de Tywin Lannister al poder. Está basado en la saga de libros "Canción de Hielo y Fuego" de George R.R. Martin, por tanto ni los personajes ni los lugares me pertenecen.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Capítulo 15

JOANNA

El torneo había llegado a su fin. Los distintos caballeros participantes y demás trabajadores que habían viajado a Desembarco del Rey empezaban a empaquetar sus pertenencias para marcharse. Todos iban de regreso a sus hogares, la mayoría satisfechos por el espectáculo ofrecido en las distintas pruebas del torneo. Algunos iban cargados de oro, y otros se iban con los bolsillos vacíos. Habían sido tres días espectaculares, y Joanna recordaba cada momento una y otra vez, como si volviera a vivirlo en ese instante.

Pero precisamente aquello no la dejaba dormir. No paraba de pensar en todo lo ocurrido. «¿Qué pasará ahora, Rhaella?»

La Lannister se encontraba en los aposentos de la princesa, tumbada en la cama mientras acariciaba los pelos plateados de la joven. Aún podía notar los surcos que marcaban sus mejillas por todas las lágrimas que había derramado.

Aquel día que tan bien había comenzado para Rhaella terminó convirtiéndose en su mayor desgracia. Ser Bonifer, como ganador del torneo, la había coronado Reina del Amor y la Belleza, y el rey Aegon V había permitido aquello, pero no ocurrió lo mismo cuando el apuesto caballero pidió la mano de la princesa esa misma noche. La familia real rechazó aquella propuesta de inmediato, pues consideraban a Ser Bonifer de muy bajo nacimiento como para contraer matrimonio con una princesa Targaryen. Joanna recordaba como el caballero había lanzado una última mirada a Rhaella antes de marcharse de allí, abandonando el lugar y dejando atrás a la mujer que amaba.


La joven princesa no pudo aguantar aquello y subió rápidamente a sus aposentos, sin cenar con su familia a pesar de las insistencias de su padre. Cuando Joanna entró en las habitaciones la vio tumbada en su cama, hecha un ovillo y sin parar de llorar. Ni siquiera se había quitado aquel vestido tan incómodo y cargado de adornos.

– Es injusto… es injusto, ¡es injusto! –Decía sin cesar mientras las lágrimas bañaban sus mejillas–. ¿Por qué no puedo casarme con él? ¿Por qué?
– Quizás vuestra familia piense que no es un buen hombre para vos, que no podría ofreceros una buena vida –le decía Joanna, intentando consolarla.
– ¿Qué saben ellos? –Se lamentó con ira, mirando a la Lannister directamente a los ojos– No conocen a Ser Bonifer, no saben que lo daría todo por mí.
– Lo sé, Alteza. Pero es su familia la que decide en estos casos, y seguro que han tomado esta decisión por su bien, para que vuestro destino sea favorable.
– Yo soy la que debería decidir mi destino, no ellos –se quejó, sollozando y abrazándose a la almohada–. Es injusto, mi tío Duncan es el primogénito, era el heredero al trono pero le permitieron renunciar por una campesina.
– Y tengo entendido que vuestro abuelo enfureció por ello.
– Sí, ¡mas por muy molesto que estuviera lo consintió! Y a mí no me permiten casarme con Ser Bonifer cuando su origen es de mayor prestigio que el de esa muchacha. Decidme Joanna, ¿por qué mi tío puede renunciar a la corona por una campesina y yo no puedo contraer matrimonio con un caballero proveniente de la casa Hasty?

Joanna se quedó en blanco, sin saber cómo contestar a aquella pregunta. La princesa, al ver que no recibía respuesta, se echó de nuevo a llorar, hundiendo el rostro en la almohada.

– Lo siento, Rhaella –dijo Joanna. Era la primera vez que la trataba por su nombre–. Lo siento mucho.

Tras mucho insistir, Joanna al menos pudo lograr que la princesa se cambiara de ropa, quedándose finalmente con una camisola larga que la tapaba hasta los muslos. Volvió a echarse sobre la cama, abrazándose las rodillas y cerrando los ojos, como si quisiera alejarse del mundo que la rodeaba. La joven Lannister se sentó a su lado en la cama, acariciando los cabellos de Rhaella para intentar tranquilizarla, algo que consiguió momentos después.

– Gracias –fue lo último que le dijo Rhaella antes de dormir.

En cambio Joanna era incapaz de conciliar el sueño. Ver a su amiga de esa forma la había afectado más de lo que hubiera imaginado. «Las mujeres no tenemos poder de decisión en este mundo».

Horas después, consiguió que el sueño la invadiera, y cuando despertó apenas recordaba el lugar en el que estaba. Una de las cortinas de los ventanales no estaba perfectamente colocada, por lo que un rayo de luz se filtraba por toda la habitación, incomodando a una Joanna que aún se encontraba adormilada. Se giró para darle la espalda a esa molesta luz y, al hacerlo, descubrió que la cama estaba vacía.

Rhaella no estaba allí.

«Tengo que buscarla, no sea que vaya a cometer alguna locura». Salió de los aposentos de la princesa y fue directamente a su habitación para cambiarse de vestido, ya que el que llevaba estaba demasiado arrugado por haberse quedado dormida con él.

Estaba terminando de colocarse la nueva prenda cuando alguien llamó a la puerta, provocando que la chica se sobresaltara.

– Joanna, ¿estás ahí?

«El príncipe», pensó la muchacha.

– E-esperad un momento, Alteza –dijo mientras ataba las últimas lazadas de su vestido. «A lo mejor viene a preguntar por Rhaella… quizás ellos tampoco sepan dónde está». Aquellos pensamientos la atormentaban, por lo que se vistió con rapidez y abrió la puerta sin más dilación.

El príncipe Aerys se mostraba recto y serio, como de costumbre. No parecía preocupado por nada. De hecho, le dedicó una dulce sonrisa cuando ella abrió la puerta.

– Buenos días, Joanna.
– Buenos días, Alteza… ¿ocurre algo?
– Nada importante. Mi hermana me pidió que te buscara, te está esperando para salir.
– ¿La princesa? –Preguntó sorprendida. «Entonces está bien, no le ha pasado nada malo».
– Así es –Aerys le tendió el brazo–, ¿vienes conmigo? Te acompañaré.
– Está bien –Joanna salió de la habitación, cerró la puerta y se agarró del brazo de Aerys.
– ¿Has disfrutado de este torneo? –Le preguntó él mientras caminaban por los pasillos de la Fortaleza.
– Así es, Alteza. ¿Y vos?
– No mucho… –el príncipe hizo una pausa y aprovechó para mirarla a los ojos–. Estaba preocupado por ti.
– ¿Por mí? ¿Por qué? –Se sorprendió la chica–. Sabíais que estaba con mi familia, no había ningún peligro.
– Sí que lo había. Siempre que estás alejada de mí corres peligro.

Aquella frase dejó en shock a Joanna. Ella era consciente de lo que Aerys sentía por ella, pues cada vez se iba notando más y más, pero jamás había sido tan directo y claro como en aquella ocasión.

– No-no, Alteza –titubeó levemente–. Mis primos y mi hermano no me han dejado nunca sola. Han estado pendientes de mí en todo momento, no teníais por qué preocuparos.

Aerys chasqueó la lengua al oír aquello, lo cual intranquilizó un poco a la joven. «Parece enfadado… como si le enfureciera que me vaya con mi familia antes que con él».

– Puede que tengas razón –reconoció finalmente–. Pero hazme el favor de no volver a separarte de mí, Joanna. Ni siquiera por tu familia –llegaron a la salida, donde Rhaella les esperaba junto a dos guardias. Aerys se giró hacia Joanna, sosteniendo una de sus manos sobre la suya–. Tú estarás siempre a mi lado, ¿de acuerdo?

Joanna tragó saliva. Aquello había parecido más una orden que una petición. «¿Y ahora qué le digo?». Ella era una simple doncella de cámara, y él era el príncipe heredero. Le debía total obediencia y sumisión, pero había ciertos límites que Joanna no podía aceptar. No podía darle una respuesta afirmativa, pero tampoco podía desobedecer una orden. «Porque esto es una orden, ¿verdad?», se preguntaba a sí misma.

– Hermano –llamó Rhaella, extrañada al ver que Aerys y Joanna tardaban tanto en despedirse–, ¿ocurre algo? –Aerys respiró y soltó la mano de Joanna para así dirigirse a su hermana.
– No, claro que no, hermana –sonrió–. Todo va bien.

El muchacho se giró para irse de allí no sin antes dedicarle una última mirada a Joanna, quién empezaba a sentirse cada vez más preocupada. «¿Qué debo hacer?»

– Joanna, vamos –volvió a hablar Rhaella una vez Aerys se marchó–. Demos un paseo.
– Claro, Alteza –murmuró a la vez que se acercaba a ella.

Una vez dentro del carruaje, la princesa le agradeció enormemente la paciencia que había tenido con ella aquella noche al intentar consolarla, y le explicó que no había querido despertarla por la mañana para que así pudiera recuperar las horas de sueño. A Joanna le parecía que Rhaella tenía mejor aspecto que la noche anterior, aunque sabía que un varapalo como aquel no se superaba de la noche a la mañana.

– ¿A dónde nos dirigimos, Alteza?
– A una posada. Visitaré a Ser Bonifer –respondió Rhaella con total naturalidad.
– ¡¿Qué?! –Exclamó una sorprendida Joanna–. Pero sí…
– Mi familia me ha dado permiso para despedirme de él. No te preocupes, no estoy haciendo nada malo.
– Vos no hicisteis nada malo, Alteza.
– Parece ser que sí que lo hice. Me enamoré del hombre equivocado y ahora estoy pagando las consecuencias.

Joanna se mordió levemente el labio y giró la cara para que la princesa no percibiera su tristeza. Decidió guardar silencio y no volver a hablar hasta que llegaran a su destino, pues sabía que si seguía mencionando el tema, Rhaella se echaría a llorar.

Cuando el carruaje paró, fue la Targaryen la primera en reaccionar: – Ya hemos llegado. Puedes esperarme aquí, si quieres. No tardaré en volver.

La Lannister suspiró al ver cómo Rhaella bajaba y se adentraba en aquella posada. Decidió bajar tras ella pero no la siguió. Sabía que necesitaba intimidad y ni siquiera los guardias que la escoltaban fueron tras ella, sino que seguían allí, esperando. «Al menos le han permitido este último momento».

Inspiró profundamente y echó un vistazo a su alrededor. Había varias posadas en esa zona, la mayoría con un pequeño establo por lo que el ambiente estaba muy cargado. A Joanna no le molestaba aquel olor a estiércol. Después de todo, la capital no poseía un aroma muy agradable, así que estaba acostumbrada. Se acercó a uno de los establos y vio cómo un niño de unos diez años sacaba de allí a un caballo. «Debe ser un escudero», pensó Joanna a la vez que admiraba al animal. «Ojalá yo fuera un caballero y pudiera montar a caballo». Una sonrisa tonta se dibujó en su rostro. Sabía que aquel deseo sería imposible de realizar. Al fin y al cabo, ella era una mujer. Jamás podría ser caballero.

Mientras borraba aquellos pensamientos de su cabeza seguía mirando hacia aquel establo, observando cómo varios escuderos sacaban de allí a los animales para llevárselos a sus dueños, dejando el lugar prácticamente vacío. Ya solo quedaba un joven que cepillaba con esmero a un caballo negro como el azabache. Sin dudarlo ni un solo momento, Joanna se acercó hasta allí, pues había reconocido a aquel muchacho de inmediato.

– Nunca pensé que os encontraría aquí –dijo ella una vez estaba lo suficientemente cerca. Tywin se giró al oírla, mostrándose algo sorprendido al encontrarla allí.
– ¿Qué haces aquí? Estás un poco lejos de la Fortaleza.
– He venido con la princesa, pero sus motivos no os interesan. Son asuntos de la realeza –dijo con suficiencia.
– Cuánto secretismo –dijo él con sarcasmo, reanudando de nuevo su tarea de cepillar al caballo–. Si ella está aquí será para visitar a ese caballero que la coronó.
– ¿Le conocéis? –Preguntó Joanna, acercándose un poco más.
– No, solo sé que se hospeda aquí –alzó la vista hacia ella–. Seguro que esa coronación ha supuesto un escándalo para los Targaryen.
– Como si no lo supierais ya…
– Lo cierto es que dudo que haya alguien en la ciudad que aún no lo sepa. No se habla de otra cosa –comentó soltando un bufido–. Solo saben decir una y otra vez que Ser Hasty cometió una imprudencia.
– ¿Una imprudencia? ¿Por qué?
– Por coronar en el torneo a la princesa Targaryen. Y no contento con ello pide su mano horas después.
– Bueno, puede que fuera precipitado, pero ambos se quieren.

Tywin volvió a mirarla a los ojos, enarcando las cejas mientras terminaba de cepillar las crines de su caballo: – Tonterías –murmuró. Joanna suspiró y se cruzó de brazos.
– ¿A quién habríais coronado vos? –Preguntó la joven de repente, provocando que Tywin se quedara unos segundos en shock.
– ¿Por qué me haces esa pregunta?
– Simple curiosidad. Quiero saber si vos habríais cometido una locura como Ser Bonifer.
– Lo dudo, yo no participo en esos torneos.
– Pero si lo hicierais podríais ganar, y tendríais que coronar a una mujer.
– Así es, pero no participo. No tengo que coronar a nadie.

«No quiere contestar», pensó Joanna, intentando disimular la sonrisa que aparecía en su rostro cada vez que veía a Tywin enfurruñado. El chico ya había terminado de cepillar al animal y ahora estaba concentrado en colocar correctamente la silla de montar.

– ¿Por qué habéis venido vos a preparar al caballo? Hay chicos en las posadas que se encargan de ello.
– No me gusta cómo lo hacen aquí. Prefiero hacerlo por mí mismo y debo darme prisa. Seguro que todos se están preguntando por qué tardo tanto.
– Claro… espero que algún día volváis.
– ¿Aquí, a la capital? ¿Por qué no vuelves tú a la Roca? Es tu hogar, por si no lo recuerdas.
– Lo sé pero ahora no puedo marcharme. Rhaella me necesita aquí.
– Como sigas así pasarás toda tu vida aferrada a los Targaryen –dijo subiéndose al caballo–. Y no me gustaría que la Roca perdiera a una de sus leonas –Joanna no pudo evitar la risa al escucharle.
– Algún día volveré –aseguró, mostrando una bonita sonrisa–. Por cierto, tenéis un bonito caballo.
– Gracias. Cuando vuelvas a la Roca te lo dejaré.
– No sé montar, y la verdad es que prefiero los caballos blancos –comentó con cierta picardía. Tywin no pudo contener una leve carcajada cargada de ironía.
– Siempre tienes que llevarme la contraria, ¿eh?

Joanna solo sonrió, sin saber qué más decir. Él negó con la cabeza y, finalmente, también sonrió.

– Espero verte pronto por Roca Casterly –dijo Tywin justo antes de picar espuelas y marcharse de allí.

La joven salió de los establos y observó cómo aquel caballo se iba alejando cada vez más. No había sido consciente de que, mientras conversaba con su primo, se había olvidado de todo: había olvidado la orden de Aerys, e incluso también había olvidado a Rhaella…

– Hasta pronto, Tywin –murmuró cuando el chico ya se había perdido en la lejanía.

8 comentarios:

  1. Bueno bueno bueno ¡¡CAPITULAZO!!

    ¡Madre Mía! Momentazo en los establos kasjdkahd Como coquetean los pillines kajskhaksd. Y para colmo Tywin sonrie *O* #AdiósOvarios

    Que pena Rhaella :( Y Aerys soltando sus armas...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, sí, pero solo le sonríe a Joanna, jajaja.

      Lo de Rhaella es siempre muy doloroso, la pobre nunca tuvo una vida feliz :( Y Aerys está en su línea e.e

      Eliminar
  2. Capitulazo, no sólo por lo largo, sino porque está lleno de sentimientos. Hemos tenido una de cal y una de arena: la triste historia de Rhaella, que sabemos cómo va a acabar, y el coqueteo de Tywin y Joanna. He muerto por parada ovárico-uterina añdfjañskljfalsñkjdf Tengo unas ganas de que alguno de el paso definitivo... ¡Que no aguanto más! ñadjfañlsjf

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que hay tres hechos importantes en este capítulo: el destino de Rhaella (que como bien dices, sabemos su final), los celos de Aerys y el "coqueteo" de la pareja principal.

      Gracias a los Dioses, nadie sabe aún cuándo ocurrirá el tan esperado momento ;)

      Eliminar
  3. GUAUUUUUUUUUUUUU. Agalsngdñbkdjasnanfsñakñjsa!!!!!! Qué me daaaaaaaaaaaa un de todo! Me encanta cómo has mostrado el encuentro entre ellos, como nos has llevado desde otro sitio que en un principio no hacía intuirlo. Fangirleo con el roneito que tienen y cómo ella le lleva la contraria hhhhhmmmmm.

    Y ahora, odio a los Targaryen (en líneas generales, a Rhaella no). Qué triste que una mujer no sea dueña de su destino en ningún sentido... Y he pensado una cosa, Jaime aunque no creo que lo supiera, tuvo otra razón para matar a Aerys, el acoso a su madre. Mira que bien hilado todo.

    Tengo ganas de más!!!!!!! GRACIASSSSSSSSS <3

    Cristina.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajaja, ella es experta en llevarle la contraria, algo que a Tywin le enfurece y a la vez le atrae ;)

      Yo tampoco le tengo mucho aprecio a los Targaryen, la verdad. Aunque como en todas las casas, los hubo más buenos y otros mas malos. Creo que a mí me ha tocado explicar una parte bastante jodida de los Targaryen xD Aunque Rhaella es una buena mujer a la que le tocará sufrir mucho en la vida.

      Tú siempre buscando razones para ver que Jaime hizo lo correcto al matar a Aerys, jajajaja. Me encantas <3

      Eliminar
  4. Llamadme loco, pero a mí me cae mejor este joven Aerys que Tywin... Le comprendo demasiado bien...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Debes ser el único, jaja. Aunque es cierto que los dos están enamorados de la misma mujer, cada uno a su manera.

      Eliminar