KEVAN
Los
rayos dorados del sol iban escondiéndose poco a poco tras el Mar del Ocaso,
anunciando que pronto acabaría un nuevo día.
Dejó
a un lado el libro que estaba leyendo y encendió varias velas antes de que se
quedaran completamente a oscuras. Tygett y Gerion estaban con él, repasando sus
lecciones. Aunque Kevan empezaba a dudar sobre si en verdad le habrían dedicado
algo de tiempo a sus estudios, pues solo les había visto jugar.
–
Chicos, dejaros de travesuras.
–
No queremos seguir leyendo esto, hermano. Es aburrido –protestó Gerion con
pena.
–
Pero es importante –dijo Kevan con amabilidad.
–
Hay demasiadas Casas, y cada una tiene un blasón y un lema distinto. Siempre
nos equivocamos –se quejó Tygett.
–
Por eso tenéis que estudiar más.
Ambos hermanos resoplaron vencidos, incapaces de dar otro argumento para librarse de aquella tediosa tarea. Kevan sonrió con satisfacción y volvió a su lugar, dispuesto a seguir con su lectura. Aunque no pudo continuar ya que alguien le interrumpió al llamar a la puerta.
–
Kevan, hijo –el Maestre entró en la habitación con paso lento pero seguro–. Ha
llegado un cuervo de Desembarco del Rey, pero vuestro padre no se encuentra en
la fortaleza. Y no localizo a vuestro hermano.
–
¿Padre no está aquí? –El hombre negó con la cabeza.
«¿A dónde irá ahora? Siempre sale por la
noche.»
–
Dejadme la carta a mí, yo buscaré a Tywin. Creo saber dónde está.
–
De acuerdo –dijo, entregándole el pergamino que aún estaba sellado.
–
¿Podríais quedaros con mis hermanos? Sé que si les dejo solos dejarán sus
deberes a un lado. –Tygett le miró enfadado y el Maestre no pudo evitar reír al
verle así de molesto.
–
Por supuesto, Kevan. Yo me encargaré de ellos.
Bajó
hasta el puerto con la carta en la mano. Sentía una gran curiosidad por saber
qué noticias llegarían desde Desembarco del Rey, mucho más después de todo lo que había
sucedido el año anterior en la Guerra Nuevepeniques. Aún así, él no podía abrir esa carta, aquel no era su deber. Y en ausencia de su padre, el único que tenía
aquel derecho era su hermano mayor.
«Seguro que está aquí», pensaba el
muchacho, que cada vez estaba más cerca de la playa. Poco después le vio,
sentado en una de las rocas, con los ojos fijos en la puesta de sol. Cualquiera
pensaría que aquel lugar era el idóneo para relajarse y huir de los problemas.
Pero Kevan pudo comprobar por la expresión de su hermano que él no estaba allí
para evadirse.
–
¿Ocurre algo? –Le preguntó al verle a su lado.
–
Ha llegado esta carta desde Desembarco –dijo tendiéndosela–, a lo mejor es
importante.
–
¿Y por qué no se la habéis llevado a padre? –Dijo Tywin a la vez que cogía la
carta.
–
Porque padre no está aquí.
Tywin
resopló, pero finalmente rompió el lacre y empezó a leer aquel pergamino. Kevan
le miraba expectante, deseoso de saber qué ocurría.
–
Vaya…
–
¿Qué? –Preguntó Kevan–. ¿Otra vez los Fuegoscuro?
–
No, tranquilo. Ya no quedan Fuegoscuros, ni aquí ni en Essos.
–
Pero aún hay revueltas, ¿no es así?
–
Sí, pero no es nada importante. Parte del ejército del rey está allí, no hay
peligro.
–
¿Entonces de qué se trata?
–
¿Esto? –Preguntó Tywin, levantando la carta–. Es solo un torneo.
–
¿Un torneo? ¿En Desembarco? –Kevan sonrió–. ¿Podremos ir esta vez?
–
No sé. ¿Por qué te hace tanta ilusión? Ya has visto varios torneos aquí.
–
Pero no en la capital, allí habrá más gente.
–
Es posible –dijo Tywin, sin mostrar mucho entusiasmo–. Aunque no deberías
hacerte ilusiones, hermano. Tenemos que asistir a una boda.
–
La boda es mañana, podemos partir después.
Su
hermano suspiró a la vez que enrollaba de nuevo la carta: –Lo pensaré, ¿de acuerdo?
–Kevan asintió, algo más contento aunque no quería hacerse ilusiones.
–
¿Crees que… Ser Brynden y Ser Barristan participarán?
–
Es posible. Tengo entendido que Ser Barristan ganó el anterior torneo.
–
Sí, y derrotó a Maelys “el Monstruoso” en la guerra.
–
Así es.
Tywin
le devolvió la carta con gesto serio: –Toma, dásela a padre cuando vuelva.
–
¿Y si se ausenta toda la noche? –Preguntó el chico, cogiendo de nuevo el
pergamino.
–
Espero que no, mañana se casa su hija. Debe volver pronto… –giró la cara para
mirar de nuevo al mar, con una expresión que Kevan no supo descifrar–. Siete
Infiernos, últimamente sale demasiado y nadie sabe a dónde.
–
¿Te preocupan sus salidas?
–
Sí –confesó entre dientes–. No sé a dónde demonios va. Temo que esté tramando
algo que nos repercuta a todos. Y luego está ese maldito Tarbeck… –Tywin apretó
los puños, callándose en ese instante.
–
¿Qué pasa con él? –Preguntó Kevan extrañado.
El
primogénito de los Lannister se giró de nuevo para mirar a su hermano menor a
los ojos, pensativo. Se mantuvo así unos segundos hasta que negó con la cabeza.
–
Nada –dijo en un susurro–, no es nada. Vuelve a casa.
–
Pero… –Kevan quiso protestar, pero la mirada de su hermano interrumpió sus
quejas.
–
Ve a casa, Kevan –repitió de nuevo.
El
chico no tuvo más remedio que obedecer. Suspiró y empezó a caminar, alejándose
de su hermano mientras leía aquella carta.
uiuiui....¿donde irá el padre? ^^
ResponderEliminarTorneo!!!!!!!!! en la capital!!!!!! Joanna, tu hombre is coming...jeje ^^
Sentado en las rocas mirando el mar...muero ajsdkjhajkds
Genial! A por el próximo ^^
Jajajaja, Taigüin is coming!
EliminarEsas salidas... ¡Aaaaaains, queremos a Taigüin enamorado!
ResponderEliminarA partir de ahora todo va a pasar muy rápido ;)
EliminarMe encanta...seguí así....
ResponderEliminar¡Muchas gracias! :D
EliminarEse padre que se va de picos pardos!!!!! Y ese Tywin que no encuentra nunca un motivo para sonreír. Jajajajaja, voy a por el próximo capítulo. Me encanta.
ResponderEliminarCristina.
Esa sonrisa aparecerá pocas veces, pero cuando aparezca será... memorable ;)
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