JOANNA
El
mercado estaba abarrotado, la multitud la rodeaba, no la dejaban caminar. ¿De
dónde había salido tanta gente? ¿Y cómo tan de repente? ¿Acaso había
ocurrido algo?
No
podía ver nada, había demasiadas personas a su alrededor.
– Joanna.
– Joanna.
Otra
vez. Era la misma. Se hizo paso entre la multitud como buenamente pudo. Recibió
varios empujones y estuvo a punto de tropezar en más de una ocasión, hasta que
al fin consiguió salir de allí. Al volver la vista atrás, se sorprendió. Jamás
había visto a tanta gente en la bahía del Aguasnegras y aún desconocía el
motivo de tal congregación.
– Joanna.
Suspiró
al escuchar de nuevo su nombre, aunque esta vez el sonido de su voz era más
lejano. «No te vayas», pensó la chica. Comenzó a
correr sin saber muy bien hacia donde. Tampoco le importaba su destino. Lo
único que le preocupaba era encontrarle.
– Joanna.
Se
hallaba en el Lecho de Pulgas. Sí, no había dudas de que había llegado hasta
allí. ¿Pero cómo? ¿Acaso él la había llevado hasta ese lugar? No, eso era
imposible. «Él jamás pisaría este lugar.»
Un hombre mayor y desaliñado se le acercó, pidiéndole una limosna con la mano.
Quiso buscar algo que ofrecerle, mas no llevaba nada de valor. Le negó con la
cabeza pero el hombre insistió, agarrando sus faldas. La chica logró zafarse de
él y comenzó a correr, tratando de escapar. Sin embargo, cuanto más corría, más
se perdía y más personas la perseguían. ¿Por qué lo hacían? Ella no tenía nada.
–
Joanna.
Paró
en seco al encontrarse frente a las siete estatuas de los Siete Dioses. Miró a
su alrededor y comprobó que estaba completamente sola. ¿Cómo había conseguido llegar hasta el Gran Septo de Baelor? ¿Y la gente que le perseguía? ¿Y él, dónde estaba él? Había vuelto a llamarla, por
lo que tenía que estar muy cerca. Al alzar la mirada se encontró con el rostro
del Desconocido. Aquella imagen la perturbó y, por alguna extraña razón, quiso
tocarlo. Pero nada más hacerlo la estatua comenzó a resquebrajarse en varios
pedazos que cayeron al suelo, ocasionando un gran estrépito. Varios maestres
aparecieron de pronto al escuchar tal alboroto, entre ellos el Gran Maestre,
que la echó del lugar mientras vociferaba maldiciones y le tiraba del pelo.
– ¡JOANNA!
El
grito fue tal que se asustó y abrió los ojos con fuerza. El corazón le iba a
mil. Sentía como si, de repente, aquella persona que tantas veces la había
llamado se encontrara ahí, justo a su lado.
–
Joanna, ¿estás bien? ¿Me oyes?
Su
visión era borrosa, aunque el resto de sus sentidos empezaban a responder con
normalidad. Estaba sentada en un lugar cómodo y notaba como una suave tela
cubría parte de su cuerpo. «Una cama…»
Respiró profundamente y comprobó que aquel sitio estaba impregnado de un aroma
que le resultaba muy familiar. Olía a cera… a la cera de las velas. «Es mi cama… mi habitación… la Fortaleza
Roja.»
–
¿Joanna?
De
pronto sintió como dos manos agarraban fuertemente sus hombros. Solo por su
tono de voz se le notaba preocupado. Joanna entrecerró los ojos para agudizar
su vista. Quería verle, necesitaba verle, y poco a poco su borrosa visión fue
dando paso a una escena mucho más nítida. El chico que estaba a su lado era
delgado aunque bastante más fuerte de lo que se pudiera pensar. Las ropas que
llevaba eran sin duda muy costosas, y su piel sumamente pálida. «No puede ser», pensó Joanna al ver aquel
cabello plateado y aquellos ojos violetas.
–
A-Alteza –murmuró Joanna con dificultad, tapándose algo más con las mantas de
su cama.
–
Al fin reaccionas –suspiró Aerys, soltando los hombros de Joanna y sentándose a
su lado–. ¿Tuviste un mal sueño?
–
Eso parece –dijo Joanna, llevándose una mano a la cabeza–. ¿Qué… qué ha pasado?
¿Por qué os encontráis aquí?
–
¿No recuerdas nada? –La Lannister negó con la cabeza–. Caíste enferma hace ya
seis días. Te desmayaste y desde entonces no volviste a despertar. Has tenido
fiebres muy altas… Creí que…
–
¿Qué? –Preguntó Joanna al ver que Aerys paraba tan de repente.
Pero
fue incapaz de terminar la frase, ya que en ese justo instante una de las
criadas abrió la puerta de la habitación, sorprendiendo a los dos jóvenes.
–
Alteza, no deberíais estar aquí. Corréis el riesgo de enfermar.
–
La señorita Joanna ya está mucho mejor, acaba de despertar y apenas tiene
fiebre. Dudo que exista algún peligro.
–
Hasta que la chica no esté completamente recuperada existe el riesgo de
contagio. Por favor Alteza, debéis abandonar la habitación, son órdenes del
maestre.
Aerys
suspiró algo renegado, aunque finalmente se levantó.
–
Cuídate, espero verte pronto y totalmente sana –comentó Aerys, mirándola
directamente a los ojos.
– Claro, no os preocupéis –contestó Joanna.
El
príncipe asintió y salió de la habitación de mala gana. La criada cerró la
puerta y se acercó a la joven, posando una mano en su frente.
–
Su Alteza llevaba razón. Te ha bajado la fiebre pero sigues con más temperatura
de la normal. Iré a prepararte un baño y cambiaré estas sábanas. Necesitas aire
limpio.
–
Gracias… ¿podría hacerme un favor?
–
¿De qué se trata?
–
¿Podría llamar a la princesa Rhaella? Necesito hablar con ella.
–
Muchacha, no puedo hacer eso. El maestre ha prohibido la entrada a esta
habitación mientras permanezcas convaleciente.
–
Es importante.
–
No hay nada más importante que la salud de los que algún día serán reyes de
Poniente –comentó antes de irse.
Joanna
suspiró al comprobar que aquella mujer era de ideas fijas. Si Aerys no había
conseguido convencerla, ¿cómo iba a hacerlo ella? Tendría que buscar otra
forma…
Con
cuidado se levantó de la cama. Realmente se sentía débil, parecía como si
llevara toda una eternidad durmiendo. Caminó despacio hasta las ventanas y
apartó las cortinas. La luz le molestó en un principio, aunque se acostumbró
rápidamente. Parecía que su cuerpo extrañara la luz del sol. Joanna observó el
paisaje y suspiró. Las ventanas de su recámara daban a la bahía del
Aguasnegras. Todo corría con normalidad, el mercado estaba tan bullicioso como
de costumbre.
–
Perdóname… –murmuró para sí misma.
–
Oh, ya estás en pie, eso es buena señal.
La
joven se sobresaltó al oír de nuevo a aquella mujer. Debía estar tan absorta en
sus pensamientos que ni siquiera la escuchó entrar. Tras ella llegaron más
criadas que vaciaron cubos de agua caliente en su bañera.
–
Ven, seguro que lo agradeces.
–
Claro –comentó Joanna mientras se acercaba. Realmente, lo necesitaba.
Poco
después de finalizar el baño, el maestre acudió a la habitación para
examinarla. El diagnóstico fue bastante simple y a la vez muy perturbador para
Joanna. A pesar de que ya se encontraba mucho mejor, debía guardar una semana
de reposo.
«No esperará durante tanto tiempo sin tener
noticias de mí… De hecho, lo más seguro es que ya esté en su hogar»,
pensaba mientras intentaba conciliar de nuevo el sueño. «Si duermo, el tiempo pasará más rápido y así no pensaré tanto.»
Y,
finalmente, después de muchas vueltas en la cama, consiguió dormir. Y de nuevo
la misma pesadilla. Mas esta vez era consciente de algo: aquella no era su voz,
no, era la voz de Aerys. No podía ser otro. Sabía a quién iba a encontrar
sentado junto a su cama una vez abriera los ojos, no tenía la menor duda de que
el príncipe volvería a visitarla siempre que él quisiera, por mucho que lo
impidiera el maestre. Quizás por eso su sorpresa fue mayor al ver que, en ese
momento, la persona que estaba a su lado no era Aerys.
Joanna
se incorporó demasiado rápido al verlo, tanto que sintió como la cabeza le daba
vueltas y sus piernas empezaban a flaquear.
–
No te levantes tan rápido, aún no estás bien –susurró.
La
chica pudo sentir como aquellas fuertes manos la ayudaban a tumbarse de nuevo.
Tuvo que pestañear varias veces para asegurarse de que lo que estaba viviendo
era real y no otro de sus extraños sueños.
–
¿Qué hacéis aquí? –Le preguntó algo nerviosa.
–
La princesa me ayudó a entrar.
–
¿Por qué no me extraña de ella? –Comentó Joanna con ironía, provocando que el
joven sonriera–. Supuse que ya os habríais marchado.
–
Eso es lo que te habría gustado a ti, que me marchara y así perderme de vista
para siempre.
La
Lannister no pudo evitar reír: – Exageráis –dijo antes de cerrar los ojos–.
Exageráis demasiado. Yo… me alegro de que estéis aquí –consiguió murmurar,
notando como el sueño volvía a hacer acto de presencia.
Lo último que sintió
antes de dormirse fue como Tywin posaba un beso en su frente, pero horas
después, al despertar, ya no lo recordaba.
ñasdjgñashdjgñlajsdgñhasdgjasdñhgañsdgTAIGÜINHAZMEUNHIJOñalsdjñasghjañshdgas
ResponderEliminarEstos comentarios son inigualables.
EliminarPorfa dime que habrá mas capítulos!! me he intrigado!!
ResponderEliminarPor supuesto, voy a subir el siguiente en breves ;)
Eliminarahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! QUÉ ME DA UN ALGO!
ResponderEliminar¡Cuidado no te vaya a dar un infarto de fangirl! XD
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