Fanfic que recrea la juventud y el ascenso de Tywin Lannister al poder. Está basado en la saga de libros "Canción de Hielo y Fuego" de George R.R. Martin, por tanto ni los personajes ni los lugares me pertenecen.

martes, 9 de diciembre de 2014

Capítulo 28

JOANNA

El mercado estaba abarrotado, la multitud la rodeaba, no la dejaban caminar. ¿De dónde había salido tanta gente? ¿Y cómo tan de repente? ¿Acaso había ocurrido algo?
No podía ver nada, había demasiadas personas a su alrededor.

– Joanna.

Se giró en dirección a esa voz que le resultaba tan familiar. Buscaba con la mirada al portador de aquella voz, mas no lo encontraba, no conseguía verlo.

– Joanna.

Otra vez. Era la misma. Se hizo paso entre la multitud como buenamente pudo. Recibió varios empujones y estuvo a punto de tropezar en más de una ocasión, hasta que al fin consiguió salir de allí. Al volver la vista atrás, se sorprendió. Jamás había visto a tanta gente en la bahía del Aguasnegras y aún desconocía el motivo de tal congregación.

– Joanna.

Suspiró al escuchar de nuevo su nombre, aunque esta vez el sonido de su voz era más lejano. «No te vayas», pensó la chica. Comenzó a correr sin saber muy bien hacia donde. Tampoco le importaba su destino. Lo único que le preocupaba era encontrarle.

– Joanna.

Se hallaba en el Lecho de Pulgas. Sí, no había dudas de que había llegado hasta allí. ¿Pero cómo? ¿Acaso él la había llevado hasta ese lugar? No, eso era imposible. «Él jamás pisaría este lugar.» 
Un hombre mayor y desaliñado se le acercó, pidiéndole una limosna con la mano. Quiso buscar algo que ofrecerle, mas no llevaba nada de valor. Le negó con la cabeza pero el hombre insistió, agarrando sus faldas. La chica logró zafarse de él y comenzó a correr, tratando de escapar. Sin embargo, cuanto más corría, más se perdía y más personas la perseguían. ¿Por qué lo hacían? Ella no tenía nada.

Joanna.

Paró en seco al encontrarse frente a las siete estatuas de los Siete Dioses. Miró a su alrededor y comprobó que estaba completamente sola. ¿Cómo había conseguido llegar hasta el Gran Septo de Baelor? ¿Y la gente que le perseguía? ¿Y él, dónde estaba él? Había vuelto a llamarla, por lo que tenía que estar muy cerca. Al alzar la mirada se encontró con el rostro del Desconocido. Aquella imagen la perturbó y, por alguna extraña razón, quiso tocarlo. Pero nada más hacerlo la estatua comenzó a resquebrajarse en varios pedazos que cayeron al suelo, ocasionando un gran estrépito. Varios maestres aparecieron de pronto al escuchar tal alboroto, entre ellos el Gran Maestre, que la echó del lugar mientras vociferaba maldiciones y le tiraba del pelo.

– ¡JOANNA!

El grito fue tal que se asustó y abrió los ojos con fuerza. El corazón le iba a mil. Sentía como si, de repente, aquella persona que tantas veces la había llamado se encontrara ahí, justo a su lado.

– Joanna, ¿estás bien? ¿Me oyes?

Su visión era borrosa, aunque el resto de sus sentidos empezaban a responder con normalidad. Estaba sentada en un lugar cómodo y notaba como una suave tela cubría parte de su cuerpo. «Una cama…» Respiró profundamente y comprobó que aquel sitio estaba impregnado de un aroma que le resultaba muy familiar. Olía a cera… a la cera de las velas. «Es mi cama… mi habitación… la Fortaleza Roja.»

– ¿Joanna?

De pronto sintió como dos manos agarraban fuertemente sus hombros. Solo por su tono de voz se le notaba preocupado. Joanna entrecerró los ojos para agudizar su vista. Quería verle, necesitaba verle, y poco a poco su borrosa visión fue dando paso a una escena mucho más nítida. El chico que estaba a su lado era delgado aunque bastante más fuerte de lo que se pudiera pensar. Las ropas que llevaba eran sin duda muy costosas, y su piel sumamente pálida. «No puede ser», pensó Joanna al ver aquel cabello plateado y aquellos ojos violetas.

– A-Alteza –murmuró Joanna con dificultad, tapándose algo más con las mantas de su cama.
– Al fin reaccionas –suspiró Aerys, soltando los hombros de Joanna y sentándose a su lado–. ¿Tuviste un mal sueño?
– Eso parece –dijo Joanna, llevándose una mano a la cabeza–. ¿Qué… qué ha pasado? ¿Por qué os encontráis aquí?
– ¿No recuerdas nada? –La Lannister negó con la cabeza–. Caíste enferma hace ya seis días. Te desmayaste y desde entonces no volviste a despertar. Has tenido fiebres muy altas… Creí que…
– ¿Qué? –Preguntó Joanna al ver que Aerys paraba tan de repente.


Pero fue incapaz de terminar la frase, ya que en ese justo instante una de las criadas abrió la puerta de la habitación, sorprendiendo a los dos jóvenes.

– Alteza, no deberíais estar aquí. Corréis el riesgo de enfermar.
– La señorita Joanna ya está mucho mejor, acaba de despertar y apenas tiene fiebre. Dudo que exista algún peligro.
– Hasta que la chica no esté completamente recuperada existe el riesgo de contagio. Por favor Alteza, debéis abandonar la habitación, son órdenes del maestre.

Aerys suspiró algo renegado, aunque finalmente se levantó.

– Cuídate, espero verte pronto y totalmente sana –comentó Aerys, mirándola directamente a los ojos.
– Claro, no os preocupéis –contestó Joanna.

El príncipe asintió y salió de la habitación de mala gana. La criada cerró la puerta y se acercó a la joven, posando una mano en su frente.

– Su Alteza llevaba razón. Te ha bajado la fiebre pero sigues con más temperatura de la normal. Iré a prepararte un baño y cambiaré estas sábanas. Necesitas aire limpio.
– Gracias… ¿podría hacerme un favor?
– ¿De qué se trata?
– ¿Podría llamar a la princesa Rhaella? Necesito hablar con ella.
– Muchacha, no puedo hacer eso. El maestre ha prohibido la entrada a esta habitación mientras permanezcas convaleciente.
– Es importante.
– No hay nada más importante que la salud de los que algún día serán reyes de Poniente –comentó antes de irse.

Joanna suspiró al comprobar que aquella mujer era de ideas fijas. Si Aerys no había conseguido convencerla, ¿cómo iba a hacerlo ella? Tendría que buscar otra forma…
Con cuidado se levantó de la cama. Realmente se sentía débil, parecía como si llevara toda una eternidad durmiendo. Caminó despacio hasta las ventanas y apartó las cortinas. La luz le molestó en un principio, aunque se acostumbró rápidamente. Parecía que su cuerpo extrañara la luz del sol. Joanna observó el paisaje y suspiró. Las ventanas de su recámara daban a la bahía del Aguasnegras. Todo corría con normalidad, el mercado estaba tan bullicioso como de costumbre.

– Perdóname… –murmuró para sí misma.
– Oh, ya estás en pie, eso es buena señal.

La joven se sobresaltó al oír de nuevo a aquella mujer. Debía estar tan absorta en sus pensamientos que ni siquiera la escuchó entrar. Tras ella llegaron más criadas que vaciaron cubos de agua caliente en su bañera.

– Ven, seguro que lo agradeces.
– Claro –comentó Joanna mientras se acercaba. Realmente, lo necesitaba.

Poco después de finalizar el baño, el maestre acudió a la habitación para examinarla. El diagnóstico fue bastante simple y a la vez muy perturbador para Joanna. A pesar de que ya se encontraba mucho mejor, debía guardar una semana de reposo.

«No esperará durante tanto tiempo sin tener noticias de mí… De hecho, lo más seguro es que ya esté en su hogar», pensaba mientras intentaba conciliar de nuevo el sueño. «Si duermo, el tiempo pasará más rápido y así no pensaré tanto.»

Y, finalmente, después de muchas vueltas en la cama, consiguió dormir. Y de nuevo la misma pesadilla. Mas esta vez era consciente de algo: aquella no era su voz, no, era la voz de Aerys. No podía ser otro. Sabía a quién iba a encontrar sentado junto a su cama una vez abriera los ojos, no tenía la menor duda de que el príncipe volvería a visitarla siempre que él quisiera, por mucho que lo impidiera el maestre. Quizás por eso su sorpresa fue mayor al ver que, en ese momento, la persona que estaba a su lado no era Aerys.

Joanna se incorporó demasiado rápido al verlo, tanto que sintió como la cabeza le daba vueltas y sus piernas empezaban a flaquear.

– No te levantes tan rápido, aún no estás bien –susurró.

La chica pudo sentir como aquellas fuertes manos la ayudaban a tumbarse de nuevo. Tuvo que pestañear varias veces para asegurarse de que lo que estaba viviendo era real y no otro de sus extraños sueños.

– ¿Qué hacéis aquí? –Le preguntó algo nerviosa.
– La princesa me ayudó a entrar.
– ¿Por qué no me extraña de ella? –Comentó Joanna con ironía, provocando que el joven sonriera–. Supuse que ya os habríais marchado.
– Eso es lo que te habría gustado a ti, que me marchara y así perderme de vista para siempre.

La Lannister no pudo evitar reír: – Exageráis –dijo antes de cerrar los ojos–. Exageráis demasiado. Yo… me alegro de que estéis aquí –consiguió murmurar, notando como el sueño volvía a hacer acto de presencia. 

Lo último que sintió antes de dormirse fue como Tywin posaba un beso en su frente, pero horas después, al despertar, ya no lo recordaba.

6 comentarios:

  1. ñasdjgñashdjgñlajsdgñhasdgjasdñhgañsdgTAIGÜINHAZMEUNHIJOñalsdjñasghjañshdgas

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  2. Porfa dime que habrá mas capítulos!! me he intrigado!!

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  3. ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! QUÉ ME DA UN ALGO!

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